El escenario fue el mismo que el de todos los últimos martes de mes, salvo contadas ocasiones; la decoración idéntica, tres cuadros de ex alcaldes que no se incrementan desde Benito García como si el tiempo se hubiera detenido; el público varió, aunque no era nuevo porque no es la primera vez que los trabajadores del Ayuntamiento de Pozoblanco llevan sus protestas al salón de pleno; y los protagonistas no se movieron ni de su sitio ni de sus argumentos. Todo preparado para la última función, aunque esta vez falló en el tramo final la televisión y la última parte se produjo sin luz ni taquígrafos, como suele decirse. De esta parte, de que el público no pudiera ver el tramo final en la televisión el alcalde, Santiago Cabello, debería dar explicaciones; al igual que al portavoz de IU, Miguel Calero, le sobró decirle al primer edil que necesitaba tratamiento por su «capacidad» para darle «la vuelta a las cosas y mentir». Dos errores garrafales que se sumaron a la función.
Y aquí se acaba la ecuanimidad porque parece que el equipo de gobierno no ha entendido algunas cosas que se suponen básicas al ejercicio de la función pública. Hemos escuchado muchas veces decir a lo largo de este mandato, «nosotros no hemos venido a hacer política», no claro, por eso uno se mete en un partido político. Hacer política no es malo, es necesario, otra cosa son los límites que cada uno quiera ponerse y en eso hay líneas tan gruesas y delgadas como se quiera. Pero llegados a este punto, no se puede tratar de la misma manera a un equipo de gobierno con diez concejales, que a una oposición que suma siete. Hacer política hubiera sido, por ejemplo, caminar junto a esa oposición, atender algunas de sus demandas, sumarla a la causa para bajar el ruido. Eso es hacer política y algo propio de quien sabe ejercer el liderazgo.
Pero el equipo de gobierno lleva cuatro años echando en cara, con toda la legitimidad, la victoria conseguida en las urnas para luego enroscarse en un victimismo que roza lo ilógico. Durante muchas de las intervenciones, principalmente del primer edil, parece que en Pozoblanco, antes de su llegada, las calles no estaban ni asfaltadas. El grado superlativo se emplea para todo y hasta es el alcalde más atacado, igual le viene bien a recordar a algunos que le precedieron en el cargo. Pero es que el equipo de gobierno, fundamentalmente Santiago Cabello y Anastasia Calero, se olvidan de una cosa: cuando uno asume todo el protagonismo, absolutamente todo el protagonismo, es normal que las críticas se centren en su figura. Es una regla de tres. Tan simple como eso. No se puede querer ser el centro de todo únicamente para las alabanzas, si uno se expone de esa manera sabe que la contraprestación está ahí. Le achacan al primer edil falta de diálogo, un dato, la junta de gobierno local con su propio equipo lleva sin celebrarse meses. Y la lealtad empieza por casa.
Y, por supuesto, la mayoría absoluta salida de las urnas también reparte responsabilidades. Otra regla de tres. No hay Mercado, no hay Residencia, no hay pliegos de la limpieza, los presupuestos no se han aprobado en ningún año del mandato para que estén en vigor en el mes de enero o febrero, se devuelven subvenciones de otras administraciones, no hay solución para la rotación de aparcamientos, las obras se eternizan… Pero voilà la culpa es de la oposición o de los trabajadores porque ponen zancadillas y trabas. Sin un ápice de autocrítica. Decir lo que no se hace es obligación de la oposición, también nuestra, de los medios de comunicación y eso no implica ningún ataque personal, habla de modos de ver las cosas, de opiniones diferentes y en eso se basa la democracia.
Uno puede pensar que gestionar es regalar hornazos y flores de pascua a los mayores y otros que hacer la residencia miraría mejor por esos mayores y hay quienes apostarían por ambas cosas. Pero si haces lo primero y omites lo segundo, no puedes ofenderte si a tu forma de gestión le llaman populismo porque se están haciendo méritos para ciertos calificativos. Y no pasa nada porque la política cada uno la entiende de una forma, hay quien prefiere patear administraciones en busca de dinero para su localidad y hay quienes se patean su municipio para estar omnipresente y garantizarse el voto. Son dos formas de querer o de malquerer a Pozoblanco y no pasa nada por enfrentarlas, no es ningún ataque y mucho menos personal. Y ahí es donde está la trampa.
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