El ser humano se mueve siempre con referentes. Nuestro pensamiento es creativo, versátil, maleable y dúctil, acomodaticio, solvente, etc., y muchas cosas más, pero siempre necesita de modelos, precisa puntos de partida. Ninguna inteligencia se crea a si misma; ninguna afectividad nace de la nada; ningún camino se hace sin un ejercicio previo. Los patrones humanos nos forjan diariamente, tal como se hace una casa o se idea un avión, con materiales previos que ofrecen solidez a la obra o al aparato. Elementos constitutivos de un producto acabado. Con mayor razón son importantes las piezas de los hombres y mujeres en la construcción diaria de nuestro ser. Una máquina tan perfecta como la humana se hace construye siempre con ingredientes diversos de cada momento, de cada pedazo de la historia, de cada evento relevante del pasado y presente. No es pecata minuta. Queremos decir con ello que todos y cada uno de nuestros avatares pretéritos han ido poniendo piezas, y ahora las seguimos poniendo en la nueva conformación humana.
Todo, absolutamente todo lo deglutimos con mayor o menor consciencia. Con razones, con o sin criterio, con intereses de unos y otros, y con el ritmo suelto por el que nos lleva la vida por derroteros que no controlamos. Son tantas las cosas que se nos escapan que no basta con una mirada superficial para entender la plenitud del producto resultante. La vida está hecha, y por ende los seres humanos, de retazos de vivencias que nos dejan impronta; está elaborada con discursos y programas mentales establecidos; está fabricada en marcos económicos completamente interesados; con intereses políticos afines y adversos, admitidos, decididos, opuestos y descontrolados y/o ajenos a nosotros. El legado histórico no es siempre una enredadera de tallos y flores agradables, es muchas veces un armazón de hormigón que lastra nuestras perspectivas humanas, que fragmenta y divide, que ofusca y contrapone nuevas ventoleras de aire fresco. La desigualdad de género se ha fraguado en el horno de la historia, y sigue elaborándose con los mismos pilares de siempre, con piezas que diariamente disponemos de una u otra naturaleza. Precisamente, uno de los pilares sustanciales son las referencias que tenemos de los demás en todos los ámbitos de la vida. Difícilmente se puede construir una existencia igualitaria en términos de género si no existen referentes poderosos que atiendan a la diversidad del ser humano.
Es cierto que en los últimos tiempos se avanza en todas las perspectivas en la sociedad, legislación y praxis diaria, ofreciendo posicionamientos de mayor igualdad de la mujer, pero prevalecen pesados lastres y se requieren mayores y mejores planteamientos de equidad real. Las referentes femeninas brillan aún por su ausencia en términos contundentes. No es que la mujer esté privada en el mundo occidental de poder llegar a gran parte de los escalafones políticos, económicos, etc. –a los que aún no llega realmente como fácilmente se comprueba–, sino que existe aún largo recorrido para sentar referencias femeninas de prestigio, poder, pensamiento, actitud, etc. Claro que podemos citar referentes y pioneras en algunos campos de nuestro mundo, mujeres excepcionales en espectros diversos, pero realmente es aún muy estrecha la mirada que ofrece la sociedad. Consabidas son las artistas que utilizan los roles tradicionales (grandes artistas, teatro…), pero raramente oímos voces autorizadas con determinación que sean mujeres en los foros internacionales, porque casi siempre son segundonas de adláteres que se conocen bien; escasamente encontramos mujeres que despunten en el mundo del pensamiento que las escuchemos en los medios y debates con voces sentenciosas a tener en cuenta; ocasionalmente encontramos pioneras, que las hay, en los avatares científicos sentando cátedra en avances que recuerden sus nombres y las citemos con solvencia; excepcionalmente despuntan mujeres en el hemisferio económico que mueve las redes del mundo. Sigue siendo una evidencia a pesar de los cambios que se producen en los últimos años. Siguen siendo pacatas las luces de igualdad de géneros en los grandes resortes de las referencias. Mucho menos aún en las vaguadas de la cotidianidad en las que se diluyen los esmeros legislativos, las excepcionalidades y se camina por sus fueros la tradición y el lastre de la desigualdad, discriminación y machismo.
Evidentemente las referencias de género positivas no solamente tienen que darse en los espectros de superioridad y excelencia, porque obviamente hay y hubo siempre mujeres extraordinariamente dotadas, capacitadas y sobresalientes, y esas merecen premio de forma chirriante, sino todas las que diariamente constituyen muestras elocuentes caminando con idénticos mimbres que el hombre con iguales resultados, brillando con solvencia en todas las esferas de la vida. Las niñas y niños del presente solamente se educan en igualdad completa cuando tal consideración existe en el completo escenario de sus vidas, en los patrones de valores y principios, equidades profesionales, sentimientos y actitudes, decisiones, etc.; viendo y entendiendo posicionamientos análogos de hombres y mujeres que sirven de pauta y modelo existencial. Las referencias femeninas constituyen, qué duda cabe, un buen termómetro a todos los niveles en las consecuciones de género.
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