“Dadme un punto de apoyo y seguiré bebiendo”
Hilario Ángel Calero
Hallábame tratando de cogerle el punto a determinados avances científicos y tecnológicos de la humanidad, mirando (sin mirar) el mundo que me rodea y me dije: ¡Si Arquímedes levantara la cabeza!… Arquímedes, el que pedía un punto de apoyo para mover el mundo. El griego de Siracusa. El del ¡Eureka! El del Principio de Arquímedes y la Ley de la palanca. El padre conocido, que se sepa, de la hidrostática. El que, cabreado como estaba con Marcelo y sus romanos, mientras se miraba al espejo se le ocurrió aquella idea tan cabrona de incendiar las velas de sus naves, sirviéndose del reflejo de los rayos del sol,… Arquímedes, el físico, el matemático, el ingeniero,… y no sé cuántas cosas más, tres siglos AC. Bueno, pues ese.
Sospecho que ese tipo hubo de aparecérsele un día a Hilario Ángel Calero. Él, tan poeta, tan de sueños y pesadillas,… debió de recibir la visita del sabio de la antigüedad y, asimiladas las teorías de aquel, enunció la suya propia que, claro, partía con la desventaja de ser de pueblo y de haber nacido veintitrés siglos después: El griego llegó primero y pilló lo que le interesó. ¡Así cualquiera!
A consecuencia de lo anterior, mi paisano, inventor de las Hilariadas y del principio… ¡Principio quieren las cosas! Bueno, pues ese, negándose a admitir, por principio, el ¡Todo está inventado! no tuvo más remedio que reformular, refundir y redefinir la ley de la palanca y el principio de Arquímedes. Y, sirviéndose de la clásica cultura, principió a dar forma a sus propios principios, convencido de que nadie lo haría por él.
No se hallaba en el momento más idóneo para desalojar fluido y echar cuentas y calcular pesos equivalentes a volúmenes desalojados ni qué presión recibiría para venirse arriba, ni… abreviando, decidió cortar por lo sano, dejar estables a los fluidos y dedicarse al trasvase. Entre cálculo y cálculo se le vino encima la hora de la aparcería, lo que no le impidió enunciar el principio de Hilario, conocido coloquialmente como ley de la palanca tabernaria: “Dadme un punto de apoyo y seguiré bebiendo”.
No tengo dudas de que ese punto de apoyo (en ambos sabios) esconde una metáfora o contiene, al menos, un sentido figurado. Sin embargo, las lenguas de doble filo relatan cargadas de simplismo que, a Hilario, la inspiración le vino con un vaso de vino en la mano, como a Manolo Escobar, pero a lo grande: Manolo no pasó nunca de una copa, una guitarra y un cariño de mujer…
Los últimos hallazgos arqueológicos demuestran y está probado y contrastado sin margen de error, que el espíritu del niño de Siracusa visitó Los Pedroches y debió de venir por carretera porque dejó escrito (Es literal): “Aquí hace falta una autovía como el comer” (Frase libre de toda sospecha, al ser pronunciada fuera de campaña electoral) y que paró en Pozoblanco, a ver qué se podía hacer con aquellos tarugos… Y, parece ser (faltan algunos datos para una confirmación categórica) que –bien apalancado- se tomó un vasito de Villaviciosa con uno que soñaba ser poeta: Allí encontraron ambos el punto que buscaban.
El resto es de dominio público, los dos principios (el de Arquímedes y el de Hilario) han sido sobradamente demostrados en el espacio y en el tiempo (en tiempos de tos). A estas alturas, más allá de física y metáforas, nadie pone en duda que tú, al de Siracusa le das un punto de apoyo y es capaz de mover el mundo. El de nuestro pueblo, con ese mismo puntito, más modesto, remueve Roma con Santiago y no hace ascos a otro vaso, sin gaseosa y bien servío.
Se marcha otro febrero y no logro averiguar si el domingo de piñata se ha colado en medio de la cuaresma o es el miércoles de ceniza un intruso en mitad del carnaval. Y, al contrario que nuestros sabios, no encuentro el punto al que agarrarme, ni para mover ficha. Como para ponerme a establecer principios: ¡Tol mundo no sirve pa to!
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