La humanidad cambia, siempre lo ha hecho, a distintos ritmos e impulsos de los tiempos. En el tenor de transformaciones externas (medio ambiente, técnicas…), pero esencialmente en función de cualidades intrínsecamente nuestras. Es una de las notas distintivas de nuestro género que nos define e identifica. Más allá de los cambios biológicos de los seres vivos, contamos con posibilidades únicas sujetas a la recepción, voluntad y la inteligencia. Fácilmente se entiende que nuestro avance y progreso está en función de aprender de las situaciones e interactuar modificando nuestras realidades. Eso es lo que hemos hecho a lo largo de la Historia, y en todos los espectros, desde lo material (nuestro cuerpo, …pueblos, técnicas…) a lo espiritual (religiones…), emocional (afectos…) y sensitivo (Arte).

En ello tiene mucho que ver la capacidad de guardar, de acumular lo aprendido, de conservar lo descubierto, avanzando proyecciones de futuros cambios que van más allá de lo vivido. Es lo que llamamos progreso. Son por lo tanto los libros quienes nos permiten poseer el mayor baúl de conocimientos y experiencias a la humanidad; los que nos permiten retroalimentarnos con  todo lo anterior, con los saberes de los sabios, con los conocimientos de las grandes civilizaciones…; con las miradas comparativas de unos y otros tiempos. Qué suerte tenemos. Poder disponer de un instrumento que nos responda a todo de todos; que nos aclare dudas humanas y materiales;  que nos ayude a dilucidar pensamientos y contrariedades, dudas e inquietudes.

Los libros constituyen la mejor máquina del tiempo que no solamente esboza nuestros perfiles a grosso modo, sino que lo hace con toda contundencia, de forma exacta, meticulosa, gruesa o como queramos. Nosotros decidimos. Cosa muy distinta es que nuestra pasividad e indolencia, nuestra irracionalidad o dejación nos mantenga alejados de los libros o poco proclives a ellos. En verdad, todo está en los libros, y si fuéramos más sabios los tendríamos siempre a mano, porque nos resolverían muchas dudas; nos ayudarían a entendernos mejor, a filtrar lo superfluo de lo innecesario o accesorio. Más aún. Los libros no son simplemente son herramientas de pasado. Son instrumentos de presente y de futuro. Es genial. Porque todo nuestro mundo se construye, en sus múltiples vertientes con cambios y transformaciones soportados en conocimientos contenidos en libros, sean del formato que fueren (pergamino, impresa, pantallas digitales). Los libros siguen siendo el sustrato esencial del ser humano, porque contienen la sustancia más válida de nuestras existencias.

La auténtica lección de la Historia consiste simplemente en saber mirar. Qué no lo hacemos. Saber mirar es saber leer, saber analizar e interpretar lo que hemos hecho y hacemos los seres de la naturaleza, lo existente en términos materiales e inmateriales. Pero lo  esencial consiste, decimos, en saber proyectarnos hacia el futuro en parámetros de progreso. Y eso nos lo permiten los libros. Mucho más actualmente, porque disponemos de instrumentos más eficaces, con mirada más amplia e intensa. Los recursos tecnológicos de la actualidad nos acercan como nunca a todos los saberes de la humanidad contenidos en los diferentes soportes librarios. Si fuéramos sabios, decimos, procuraríamos que nuestros hijos sean diestros en la lectura en sentido amplio; desearíamos que manejaran con soltura no solamente la búsqueda, sino la lectura interpretación de las esencias humanas. Un buen niño o niña lector tiene garantizado lo más importante de la vida. Nos son las cosas materiales, aunque también, sino las razones que explican nuestro ser, nuestras formas de pensar, el porqué de las cosas. De poco valen las banalidades si funcionamos simplemente como animales.

En la cúspide del uso habitual del libro se encuentran no simplemente soluciones utilitarias, sino argumentos éticos válidos y de contraste, sentidos estéticos y de disfrute, desde la propia literatura al pensamiento y la razón en el sentido más anchuroso que se quiera. Los niños deben comenzar tempranamente, en parámetros de edad y adaptación, al disfrute de la lectura para que les acompañe durante toda su existencia. Es sin duda el mejor tesoro que pueden legar los padres a los hijos, los profesores, las instituciones, etc.,, y se lo agradecerán. Lo contrario es dejar de lado los aspectos más esenciales, porque la lectura es conocimiento, pero también es fantasía, ilusión, creatividad, solidaridad, comprensión…, etc. La lectura nos dimensiona como personas, nos hace distintas y nos proyecta hacia un mundo más anchuroso de perspectivas. Cuando leemos mundos distintos y distantes, creamos mejores posibilidades satisfactorias de futuro. La inteligencia artificial, que todo lo puede, no alcanza aún, ni puede hacerlo fácilmente, a crear mundos nuevos de forma espontánea sin programación. El ser humano sí, cualquiera, y con mayor grado de lectura con mayores dimensiones de creatividad y espontaneidad. Somos lo que somos, en buena parte, por los libros. Como decimos al comienzo, nos definen.