Hace ya 35 años, que no es moco de pavo, Don Juan Benet zahería prácticamente el corazón de la comarca de Los Pedroches calificándola (El País, 13 de julio de 1.985) de misteriosa, de territorio aislado e intemporal, que fácilmente podría vincularse al Seiscientos. Especialmente humillante resultó esta lectura cuando se producía, justamente, durante el despegue económico y social de nuestros pueblos; era una apreciación rápida, pero lúcida, que avalaban también otras miradas críticas de la comarca (Juana Castro, “Los Pedroches no existen”, Diario Córdoba, 18 de marzo de 1.989.
Después de varias décadas de vertiginosos e intensos cambios económicos, políticos y culturales se sigue suscitando –y seguro que no es tema baladí – la vieja polémica. En el imaginario popular no es difícil encontrar vestigios de desazón de una tierra abandonada, aún, ni en artículos recientes sobre carreteras marginales (Retamas en el asfalto”, Andrada, Diario Córdoba, 28 de agosto de 2.020) o carencias graves en los servicios de comunicación (AVE, autovías…). También en otros ámbitos culturales resultan chirriantes algunos detalles de notoriedad, pues hace unas semanas –durante las Jornadas Históricas de Dos Torres–, una ponente cordobesa y calificada manifestó de entrada (sobre un tema vinculado a la comarca), curiosamente, que no conocía el pueblo, y no había venido nunca.
Lamentablemente me sigue recordando las décadas del siglo pasado en que los algunos eruditos subían esporádicamente a culturizar una tierra abandonada, sin aparentes recursos intelectuales propios. Resulta evidente que la comarca posee unos rasgos geográficos que son definitorios, como la situación, que han incidido e inciden sobremanera en el desarrollo de las comunicaciones; igualmente los factores históricos, determinantes en las conformaciones jurisdiccionales (condados, tierra de realengo…) , administrativas, políticas, etc.. Todo ello, y mucho más, constituye el basamento de una tierra que recoge para sí el legado del espacio y el tiempo, tanto a favor como en contra.
En las últimas décadas se han superado viejas barreras geográficas, pero en absoluto se han allanado tanto, ni agilizado los senderos, como para hacer brindis de ninguna clase. Todos conocemos la realidad, con sus fortísimas carencias. En el ámbito territorial, ni en términos político-administrativos comarcales tampoco se han alcanzado logros boyantes que superen los mínimos: pues el territorio carece realmente del vínculo que impulse relaciones económicas solventes, sociales fuertes, políticas o culturales satisfactorias; el peso de la Historia es contundente en marcar diferencias invisibles. Los organismos provinciales y mancomunitarios se limitan a la gestión administrativa y allego de fondos para los cuatro rudimentos de subsistencia.
El desarrollo económico, evidente en las últimas décadas, ha sido notorio, brillando con extraordinaria luminaria algunas experiencias que son paradigmáticas a nivel regional y nacional (COVAP), si bien en otros espectros las limitaciones son claras a tenor de las comunicaciones. El ámbito cultural camina parejo al resto de España, con los desarrollos educativos estandarizados, la defenestración casi absoluta de los valores tradicionales (folklore, tradiciones…, oficios), subyugados a la modernidad y subvención institucional, y la atonía cultural e intelectual de un mundo desarrollado que parece dormitar en ciertos ámbitos, sin que a veces surjan brotes de creatividad por doquier (muy propio del país de El Lazarillo). Todo este compendio de registros, que constituyen una mirada gris de la comarca, apenas si se diferencia en nada de otras que tienen iguales o parecidos condicionantes.
Desde luego que la mirada influye mucho, y puede fácilmente dar al traste o favorecer despliegues positivos y satisfactorios en los distintos espectros de la vida. La comarca de Los Pedroches no es tan distinta de otras limítrofes, ni tiene tantas carencias ni posee rasgos identitarios exclusivos. Más bien todo lo contrario: nuestra comarca participa afortunadamente de muchas afinidades y similitudes con las regiones limítrofes. Tal vez ahí se encuentra precisamente nuestra mayor identidad, en esa amalgama de rasgos tangenciales con Extremadura, Castilla La Mancha (Castilla toda) y Andalucía en esta encrucijada de caminos que conforma nuestra región. A veces, creo, las perspectivas de nuestro visor existencial-temporal (por hechos fatídicos, crisis, etc.) nos hacen consolidar una falsa imagen en la retina. Un servidor ha constatado muchas veces, en el espectro histórico amplio, que las panorámicas obscuras o pesimistas que se tienen de la comarca no son ciertas; más bien todo lo contrario, pues fácilmente se comprueba que esta tierra ha seguido a pies juntillas los avances y retrocesos del contexto general español: las salidas ufanas del medievo; el brillar del Renacimiento en nuestros pueblos, con plazas y edificios brillantes; el despliegue del Barroco en sus formas materiales y espirituales (fiestas, retablos, imaginería…); el despertar de la Contemporaneidad con gérmenes industriales destacados (fábricas de harinas, electricidad, cárnicas…). Los grandes objetivos para consolidar nuestra existencia se ciernen en mantener nuestra población, potenciar nuestros lazos de unión y conformación de la comarca (AVE, carreteras…); impulsar el desarrollo económico con nuestro recursos materiales y humanos, que son muchos, porque tenemos grandes titulados fuera; y salvaguardar el maravilloso legado de nuestros antepasados, que no es fácil.
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