Viernes, el día más intenso en la Semana Santa de Pozoblanco, el más madrugador, el que sentencia. La capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno en penumbra, la imagen preparada para salir tras la traición, Judas erigiéndose como traidor y el pueblo esperando el prendimiento. Llegan los Sayones y uno de los momentos más identitarios de esta Semana Santa. En este laberinto de emociones, de momentos, de historias personales y colectivas por la que venimos apostando estos días nos metemos en la Madrugada de la mano de Salomé Moreno y Paco Moreno, tia y sobrino, miembros de una familia que mantiene la tradición y la devoción al Nazareno. Testigos de una historia que comparten con nuestros lectores.
Salomé Moreno nos cuenta que su abuelo era sayón y luego lo fue su padre, también uno de sus tíos y que hoy esa tradición sigue con sus sobrinos, aunque es Paco el único que mantiene la tradición de vestirse de sayón, otros son cofrades. Salomé nos cuenta la historia de una cofradía a la que antiguamente tan solo se podía acceder «con la limpieza de sangre». Es decir, solo se podría acceder estando casado y había que saber cómo era la mujer, que fuera lo que por aquel entonces se podía entender como «de buena familia». «Era machista, solo había hombres y en mi casa siempre hablamos de que eran más sayonas ellas, las mujeres porque estamos ante un traje complicado de poner y de mantener en sus inicios, hace 30-40 años y más era la mujer la que arreglaba esos trajes, era impensable que lo hicieran los hombres. Mi padre era sayón, pero mi madre era más sayona porque estaba más involucrada», relata.
Antes de que ella pudiera acceder a esa cofradía con la creación de la sección de penitentes, Salomé vivió otras muchas experiencias desde un lugar privilegiado, ser la hija del teniente abanderado. Un cargo que ni de lejos se reducía a un día porque ante la falta de casa de hermandad, los enseres eran custodiados en casa particulares y la bandera de los Sayones estaba en casa de Salomé durante todo el año. Puede ser un simple detalle, pero para Salomé y sus hermanos es algo más porque «recordamos lo que suponía la bandera, lo que suponía que estuviera en nuestra casa y lo que eran los sayones para nosotros».
La llamada de la corneta y la recogida en casa
Salomé se detiene en este momento en la llamada a los cofrades, algo que antes, frente a un menor número de cofrades y menor dispersión hacía una sola persona. Un aviso que conduce a la casa del capitán donde se reúne la banda y los Sayones para luego ir a recoger al teniente abanderado. «Te traslado a lo que vivíamos nosotros, que esperábamos que la cofradía viniera a recoger a mi padre. En mi casa se vivían intensamente todos los preparativos, sabíamos que venía a las cinco de la mañana toda la cofradía a excepción del capitán; venía el Judas, que nos daba miedo que entrara en casa. Hemos vivido unos años muy bonitos», detalla.
Recuerdos labrados a lo largo de los años, amoldados a los cambios y las circunstancias porque «se ha ganado en cosas, pero otras se han perdido». «Mi casa era una festolina bajo la devoción y la fe que nos inculcaron al Nazareno», relata. Esa historia continua y se hizo algo más amplia porque hace unas tres décadas se consiguió que la mujer pudiera entrar en la coerción con la sección de penitentes, algo que Salomé pidió a su padre que propusiera en algunos años «donde era impensable». Sin embargo, se impuso la necesidad de una cofradía que nunca había sido muy amplia por los límites establecidos para su acceso por lo que «se vio que la gente joven no se incorporaba y ya se pensó en meter a la mujer, se dio un cambio importante, además de que se aumentó el número con esa sección».
De generación a generación
Toma el relevo en esta historia Paco Moreno, que sigue con la tradición y que comparte vivencias y recuerdos con su tía. «Para mí es seguir con la tradición de mis ancestros, siempre es algo que he tenido muy presente. Cuando he mirado los libros hay Franciscos Morenos desde el siglo XVIII, es algo que he vivido como una tradición familiar», narra. Dos conceptos se unen en esta historia para Paco Moreno, la tradición y la familia. Se dan la mano.
Recuerda Paco Moreno que fue su abuelo quien le metió esa pasión por la madrugada cuando a los cuatro años salió a su lado por primera vez, al lado del teniente abanderado. Primero sin vestir, luego ya se sumó y salió vestido de romano cuando varió el traje. «Me hizo mi abuela el traje de romano y me vestía con mis primos Acisclo y Alfonso», cuenta Paco Moreno que va entremezclando aspectos de esa tradición con los familiares.
La presencia de los Francisco Moreno seguirá presente en los Sayones donde el que nos ocupa fue sargento. Esta madrugada Paco Moreno compartirá estación de penitencia con su hija Vega, mientras que la pequeña, que también lleva por nombre Salomé, ya es cofrade. Al fin y al cabo es una historia que se escribe en familias y tiene visos de continuar.
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