Las luces se apagan y la Orquesta Sinfónica de Córdoba hace sonar algunos acordes de «Yo soy aquel«. Poco después, Raphael, de negro riguroso, hace su aparición en escena y empieza el espectáculo. Se pueden decir muchas cosas del concierto que el artista de Linares ofreció el sábado en el Teatro «El Silo» de Pozoblanco pero, probablemente, habrá una coincidencia entre las ochocientas personas que ayer llenaron el teatro, se asistió a un espectáculo. Un show de dos horas y media donde un joven de 73 años ofreció lo mejor de su repertorio, musical e interpretativo, porque Raphael no sólo canta, interpreta.

Quienes hayan visto la vuelta al cine de Raphael bajo la dirección de Álex de la Iglesia en «Mi gran noche«, probablemente recuerden al personaje interpretado por Jaime Ordoñez. Sus diálogos durante la película se sustentan, en su gran mayoría, bajo los textos de los temas del cantante. La crónica de ayer podría ser algo parecido. Y es que Raphael es aquel que levanta a un teatro sin haber abierto la boca, es un mito, un artista capaz de que varias generaciones se sientan unidas a través de su música. Raphael es único, como lo son muchas de sus canciones y su forma de entenderlas.

No obstante, para empezar tomó prestado el «Ahora«, de Enrique Bunbury, probablemente porque fue toda una declaración de intenciones. «Ahora que el tiempo ha pasado y he dejado de lado la competición, que veo más claro, que escucho mejor, doy gracias por haber llegado hasta aquí. Ahora que han pasado los años intensamente vividos, exprimidos, sigo en forma no estoy cansado y tengo decidido retrasar el final. Ahora puedo decirlo más alto pero no puedo más claro, todo lo que en el mundo he amado es una canción, un teatro y a ti«.

Le siguió cantando a la vida con «Enamorado de la vida«, para luego buscar la complicidad con el público con «Provocación» o «Mi gran noche«. Con todas ellas se vivieron momentos mágicos, porque el concierto fue una sucesión de canciones, sin mucho más artificio, con tiempo únicamente para reencontrarse con un público ya conocido, para desear futuros encuentros. «Hablemos del amor«, «Digan lo que digan» o «Cuando tu no estás» dieron alas a los más nostálgicos que reconocieron también al Raphael más puro cuando la orquesta enmudeció para que sonara solo el piano, luego la guitarra y el de Linares cruzando el charco para cantar «Gracias a la vida«.

Hubo más, no se crean, porque también sonaron «Detenedla ya«, «Maravilloso corazón«, «En carne viva«, «Estuve enamorado de ti» y otras tantas. Y cuando parecía que llegaba el final, el artista lo alargaba un poquito más para cerrar con «Como yo te amo«. Y el público le devolvió el ‘escándalo’ de concierto que ofreció con largos minutos de aplausos que obligaron al artista a salir a saludar hasta en dos ocasiones. Un joven de 73 años que demostró que el tiempo no se puede detener pero se puede tener como aliado para seguir siendo historia viva de la música. Raphael conquistó Pozoblanco en su primera actuación allá por 2010, ayer simplemente enamoró. Él, su orquesta, su música y su teatro.