«Soy mujer y periodista, esos son mis méritos, no tengo otros«. Lo dijo la pregonera de la romería de la Virgen de Luna 2019, Mari Luna Castro, que entonó un pregón desde la humildad, la generosidad y el compromiso. No se armó de ningún artificio, quiso hablar desde la verdad, dejar a un lado los adornos porque su única intención fue «no pretender ser quien no soy. Mis palabras son directas, sin adornos, pero auténticas. No quiero adornar sentimientos que en mí serían un disfraz».
Y con esas premisas discurrió un pregón donde Mari Luna Castro reivindicó la figura de la mujer, como ya había hecho anteriormente en diferentes artículos, buscando dar protagonismo a esas esposas, hijas o hermanas de cofrades que viven la fiesta con un papel fundamental, pero secundario. Ese componente reivindicativo lo hizo extensivo a todas esas mujeres que luchan por sus convicciones, que empujan existencias, a las que con carácter sustentan otras vidas. Mari Luna Castro se convirtió en la voz de las mujeres.
Pero la generosidad de su pregón provocó que también lo fuera de todas aquellas personas que se sienten cercanas a la Virgen de Luna. Rehusó la pregonera en basar el contenido de su pregón en su experiencia personal y quiso ser la voz de todos, aunque fuera imposible no emocionarse en momentos puntuales como cuando recordó el camino realizado durante años con su padre. Mari Luna Castro alzó la voz en nombre de todos, de quienes viven la devoción y la fe, de quienes velan la tradición y de quienes están entre el sí y no.
Mari Luna Castro fue la voz de los padres que realizan el camino por primera vez con sus hijos, de quienes a los pies de la Virgen piden consuelo, de «todos los que te sienten tuyos y son tuyos«. También fue la voz de sus compañeros de profesión porque la periodista también estuvo presente, la que entiende la profesión como una mirada hacia lo que nadie observa, como una recogida de detalles permanente y que le ha permitido contar la romería de una manera diferente durante tres décadas.
Aunque anunció la fiesta como eso, como una fiesta, la pregonera no esquivó el componente social y en tiempos donde la actualidad habla de inmigración, de paro, de niños desprotegidos, de mujeres que sufren violencia, de familias rotas, la pregonera apostó por «bucear en nuestro fondo para que las buenas intenciones se vayan convirtiendo en obras de verdad«. Y es que la pregonera de la Virgen de Luna dibujó una romería que vaya más allá del disfrute de un día de campo, trazó una romería permanente que preceda un propósito de vida real.
Y en la recta final de su pregón llegó la traca final con la defensa del patrimonio inmaterial que rodea a la romería, un patrimonio que nace en las manos de las camareras, en el silencio del mayordomo, en un camino único, en los grupos de jóvenes y las familias que hacen ese camino, en la pólvora, en el hornazo ofrecido, en la música de la banda de música, en las ceremonias y rituales que acompañan la tradición, en los porteadores… En eso que acaba siendo el «patrimonio inmaterial de un pueblo«.
Para finalizar apareció de nuevo la periodista, la que pidió dos deseos para convertir en titulares, la coronación de la Virgen de Luna y que esa devoción se extienda a los lunes festivos en Pozoblanco, donde la fe parece diluirse. Entonó la pregonera un tercer deseo, y lo hizo de nuevo desde la humildad, pero pidió que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de ser partícipes de esas tradiciones. Y con ese pensamiento se fue un pregón que estuvo acompañado musicalmente por el coro del colegio ‘La Inmaculada’, un pregón que encandiló fundamentalmente por su sencillez y verdad.
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