Mari Luna Escribano no defraudó en el Pregón de Feria que ha ofrecido ante un Teatro «El Silo» abarrotado de un público que se entregó de principio a fin en un relato en el que la pregonera tuvo una máxima, «Yo no hice el viaje, el viaje me hizo a mi». Como no podía ser de otra manera, el pregón viró, en su mayor parte, sobre las vivencias que la religiosa ha experimentado durante sus doce años en África. Escribano ha intentado trasladar una realidad en la que ha dejado a un lado «el topicazo del continente negro porque para ella África son sus habitantes que son personas con un nombre y una historia, con capacidad de sufrir, amar y ser amadas», como ha indicado su hermano Juan Bautista Escribano, el encargado de realizar la presentación de la pregonera.
Antes de adentrase en ese continente, Mari Luna Escribano ha querido recordar sus ferias y, en especial, la última. Aquella feria de 1991 que ha denominado la «de las llaves» porque «mis padres tenían la costumbre de darnos las llaves de casa al cumplir los 18 años». «La empleé todos los días, gocé de esa pequeña libertad y viéndome a ese ritmo mi madre y otros muchos dudaban de que en quince días me marchara al Noviciado». Después de aquella feria, la experiencia vital de la pregonera cambió.
Uno de los momentos más mágicos del Pregón se ha vivido cuando Mari Luna Escribano ha querido unir Pozoblanco y África a través de la música y la indumentaria. «El domingo después de recibir la llamada del alcalde proponiéndome ser la pregonera fui a misa y en un banco vi a una niña vestida de gitana, con su vestido de lunares. No lo había visto nunca en los doce años que llevo en África. Pensé que si Pozoblanco estaba presente allí de esta manera podría traer a África aquí también». En ese momento, los sobrinos de la pregonera entonaron una canción y bailaron ritmos africanos protagonizando uno de los momentos inolvidables de la noche.
Y dejando atrás ese momento pero en la retina de todos, la pregonera se ha adentrado en la inmensidad y profundidad de ese continente en el que «he comprendido que la vida es bonita, que la vida es bella con todo, alegrías y penas. Que las fronteras se desplazan, donde los contrates no marchan en paralelo, todo va junto». Y esos contrastes le han servido para relatar historias de generosidad, de superación, de amistad, de enseñanza y de aprendizaje. Para ponerle nombres propios a esas historias y para agradecer la ayuda de los pozoalbenses, momento en el que no ha podido evitar la emoción y tener un recuerdo para su hermana Claudia.
La mujer africana
Y si las historias de sus primeros alumnos, 30 niños de entre 5 y 15 años han emocionado, también lo han hecho los relatos a través de los que ha querido reconocer la figura de la mujer africana, porque «la mujer africana es fuerte, valiente y generosa». «La mujer africana aprendió a secarse sola las lágrimas», ha dicho para volver a contar historias llenas de verdad. Entre ellas, la de aquella abuela que le aseguró que su nieto se llamaría Escribano en honor a ella, una tradición que ya permanecerá en la tradición de esa familia.
Y si con la música África se instaló en el Teatro «El Silo», el continente también llegó a través de las imágenes que proyectó al final de su pregón. Cerró con un proverbio del Congo, «las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran» y alegando que la gente que ha llenado hoy «El Silo» y ella misma, la pregonera, han forjado huellas juntas. Con esa idea ha finalizado un pregón que «dedico a mis padres, a mis hermanos y a mi congregación, por mil y una razones».
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