¡Me duele España! que decía Unamuno. Yo no me voy a ir tan lejos, a mí ¡me duele Pozoblanco!. ¡Soy tarugo, tarugo de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua, y hasta de profesión y oficio; tarugo sobre todo y ante todo!

Imagino, y constato cada día en los diversos ambientes de nuestro pueblo en los que me muevo, que los ciudadanos de Pozoblanco están  y estamos un poco hartos, hartos de estar divididos por los políticos que nos representan en el Ayuntamiento, hartos de esperar representantes o políticos que se identifiquen con los verdaderos problemas que tiene nuestro pueblo, hartos de políticos sin vocación de servicio público, hartos de su protagonismo, de su soberbia, de su olvido una vez apoltronados en su sillón municipal.

Sí, se olvidan de lo más importante, su compromiso con los ciudadanos. El compromiso es actitud, y esa actitud también debería llevar aparejada algo de aptitud y conocimiento para buscar soluciones a los problemas que se apilan en el arco del Ayuntamiento.

Nadie podrá negar que la estructura, intereses y condicionamientos de los partidos políticos que han tenido responsabilidades en el Ayuntamiento han hecho mucho daño a la gobernabilidad de nuestro pueblo. Estos partidos han ido jugando con nuestro futuro y nuestro dinero, colocando a su antojo piezas de su maltrecho tablero de ajedrez en los diferentes sillones del salón de plenos, y hemos tenido de todo, peones que han querido ser reyes, torres con movimientos de caballos, jugadas sucias, jaques al rey y otra partida perdida.

Y volvemos a lo de siempre, a conformarnos, ¡tal vez tengamos lo que nos merecemos!, ese el consuelo de los que intentan cambiar el mundo en la barra del bar o en sofá de casa, sin mover un solo dedo, sin comprometerse, sin ser partícipes de ese cambio.  Por eso es tan necesario que dejemos de preguntarnos de una vez qué puede hacer nuestro pueblo – o nuestros políticos – por nosotros, debemos empezar ya a preguntarnos qué podemos hacer nosotros – personas – por nuestro pueblo.

Y debe existir alguna forma de acabar con este desgobierno y sinsentido. Lo primero es olvidarnos de siglas de partidos políticos a la hora de decidir quién nos debe representar. Lo segundo es confiar en personas comprometidas y capaces, con espíritu de servicio, conocimiento del pueblo y de sus problemas, y digo personas sin aspiraciones políticas más allá del Calatraveño. Personas, ciudadanos, cuyo único programa electoral se resuma en resolver las demandas y problemas de los tarugos, dando prioridad a los más urgentes y acuciantes.

Personas que nos representen sin protagonismos, representantes sepan escuchar, que trasladen esas demandas y problemas a los técnicos municipales correspondientes, y éstos, como profesionales, busquen los recursos y soluciones necesarias.

Y lo tercero y más importante, encontrar esas personas comprometidas y capaces, que se decidan a dar el paso de ceder parte de su tiempo y de su vida por intentar mejorar las condiciones de vida y bienestar de sus conciudadanos, con la única recompensa de que a todos nos deje de doler Pozoblanco algún día.

No va a ser nada fácil, pero ahí está el reto, y aquí cabemos todos.

Chaplin