A Luci Naciones 5
14-mayo-2015
Querida Luci:
Últimamente me he sorprendido a mí mismo diciendo o (qué osadía) escribiendo algo, más o menos, parecido a esto: ¡Nunca lo olvidaré!
Suelo repetirlo cuando me ocurre algo bueno: Una muestra de afecto recibida o una fecha que -vaya usted a saber por qué- pasa a formar parte del catálogo de mi existencia. La euforia nos lleva a pronunciar esas palabras, que son más un deseo que otra cosa. ¿Recuerdas el pasaje de la transfiguración del monte Tabor?… Es cierto, tú eres muy joven y no has estudiado historia sagrada. Se está tan bien en esos momentos que no quisiéramos que acabasen nunca y, como mal menor, que no se nos borrasen de la memoria.
Las malas experiencias, por el contrario, es mejor no esforzarse en tenerlas presentes. Nos arrastran por callejuelas que conducen, con certeza, al odio y a la amargura: nos hacen infelices y, por desgracia, su recuerdo y sus efectos suelen ser más persistentes de lo que nos gustaría.
Aseguran, refiriéndose a la historia de la humanidad, que conviene no olvidar si no se quiere volver a cometer los mismos errores y, para ello, primero hay que reconocer que la humanidad (tú y yo y nuestros vecinos) se equivoca bastante más de lo que sería deseable. Por ello, aunque sea ayudados de alguna reglilla mnemotécnica, conviene realizar, de vez en cuando, un sano y necesario ejercicio de autocrítica. Es el único camino para aprender de los errores, que todos cometemos.
Sirva como ejemplo el último pleno de nuestro (todavía) actual ayuntamiento. Sobre todo, ha significado un ejercicio de reconocimiento de errores que ¡Ojalá! (aseguran) no volvamos a repetir.
Cómo habrán ido las cosas, para que la mayoría de los políticos (así generalizando) tan proclives a tirar de consigna: “Hemos hecho los deberes” “Los programas se han cumplido al 95%” “El malo de la película son siempre los otros”… reconozcan (cómo no, con matices) que la actual legislatura ha sido desastrosa para Pozoblanco. Que hemos hecho el ridículo. Que hemos perdido el tiempo en discusiones inútiles. Que la geometría no es nuestro fuerte y volvemos a suspender en los polígonos. Que se ha transmitido, desde el ayuntamiento, una crispación dañina para la convivencia… Decir que no lo olvidaremos nunca es mucho decir pero, sería muy deseable, qué la amnesia no nos asaltase a la vuelta de la primera esquina.
A los que recogerán el relevo (nuevos y menos nuevos) les deseo toda la suerte del mundo (una parte de la mía estará en sus manos) y que, dando por hechas sus buenas intenciones y cualidades, Dios les conserve el sentido común ¡Y la memoria!
Lo de recordar está muy bien pero, ha de ser selectivo. A ver si con tanto viajar al pasado, nos vamos a perder el presente. Las dosis debe decidirlas cada cual o prescribirlas el médico de cabecera. Como te decía (antes de perderme por los vericuetos de la evocación política más cercana) me he sorprendido repitiendo estas palabras y he caído en la cuenta de que, como poco, resultan inexactas, cuando no falaces. ¿Cómo podemos asegurar que nunca nos vamos a olvidar de algo?
Hace unos días, el azar -o quién sabe qué- me colocó ante el recuerdo de una persona a la que quiero y admiro de verdad y cuya vida (en este preciso momento) está siendo devastada por una de esas enfermedades terribles que convierten la memoria en una página en blanco por la que deambulan monstruos y criaturas infernales que los que las padecen no aciertan a entender ni a explicarse ni a explicarnos. La crueldad de estos males -que simplificamos en la palabra Alzheimer– es inhumana y supera las posibilidades de comprensión y, muchas veces, de aguante del enfermo y de las personas que más lo quieren.
Me he parado un momento y he contemplado sus obras, el cariño, la dedicación y la inteligencia que puso en realizarlas y me ha atravesado un escalofrío al saberlas huérfanas, desligadas de un ser humano arrancado de este paisaje de manera brutal. He sentido un vacío sin límites al saber como el olvido las apartaba -prematuramente- de sus manos y las sacaba de contexto para siempre.
Querida Luci, cuando afirmo ¡Nunca lo olvidaré! quiero decir que reconocer los errores me ayuda a pedir perdón y a mejorar en el futuro. Quiero decir que, antes de perder la memoria, es bueno haber pronunciado palabras de agradecimiento a quienes nos acompañan. Y quiero decir que, aunque no es posible, existen acontecimientos y seres humanos que merecen y deberían recordarse siempre.
Todo esto te lo digo hoy, porque me temo que nunca escribiré mis memorias. Sostenía Saramago que, mientras alguien las nombra, las personas no mueren del todo. Que así sea.
No te olvida.
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