Cada noviembre, el Centro de la Mujer de Pozoblanco, como tantos otros, está en el foco mediático. El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional contra la Violencia de Género y su actividad sale a la luz. Sin embargo, el trabajo de las personas que trabajan con mujeres víctimas de violencia de género no se circunscribe a una fecha. Por eso, hoy nos acercamos a ese trabajo en una entrevista con la psicóloga del Centro de la Mujer, Nieves González.
Pregunta: Cada año la violencia de género sigue presente en nuestra realidad, ¿cómo puede ser que en el siglo XXI exista esta problemática?
Respuesta: El fenómeno es clarísimo, no es algo con lo que se pueda especular. Estamos en una sociedad patriarcal y marchista todavía pese a que estemos en el siglo XXI. Hay desigualdad en muchísimos terrenos, es como que lo llevamos inoculado en sangre, hay cosas que se normalizan porque han sido así toda la vida y se invisibilizan porque están normalizadas y forman parte de la rutina. A eso hay que añadir que hay una transmisión generacional, es decir, de puertas para dentro un niño o una niña está viendo la resolución de conflictos en casa, por los roles y estereotipos que se nos adjudican en esta sociedad machista, a la figura de la madre como la sacrificada, la que se calla por conciliar la situación, la que hace de tripas corazón y el padre es el que domina o el que dice la última palabra. Los hijos y las hijas están aprendiendo ese modelo de resolución de conflictos.
P: Ante este planteamiento, ¿diríamos que la violencia de género se resolvería con educación?
R: Se tiene que solventar con educación, pero con educación de toda la sociedad. Es complicado. Hace poco estuve en un congreso en el que se decía que se había hecho un estudio donde se reflejaba que hacían falta 500 años para lograr que hubiese un cambio de mentalidad para que la sociedad empezara a pensar de una forma más igualitaria. Ese estudio se hizo hace 10 años y este año se repitió y se ha visto que con 200 años sería suficiente. Es cierto que se ha hecho mucho por la igualdad, pero todavía queda por hacer.
P: Le decía antes que no entendía que ese fenómeno se produjera, pero menos se entiende que cada vez afecte más a mujeres más jóvenes.
R: Se normaliza porque existe. Estamos viendo en la televisión, constantemente en los medios de comunicación modelos a todos los niveles. Por ejemplo, en España nunca ha habido una presidenta del gobierno, son cosas subliminales pero que están ahí. Todo el mundo conoce a Ronaldo o Messi pero no conoce a la mejor jugadora de fútbol, está normalizado que unos ganen más que otros, como también está normalizado que los niños se enganchen a series donde el amor romántico es la tónica, un amor de esos de sin ti no puedo vivir por lo que se siguen reproduciendo ciertos tipos de actuación.
P: ¿Hasta qué punto puede influir esa utilización de la mujer como figura reclamo u objeto?
R: Por supuesto que influye. Otro ejemplo, los hombres en el Congreso con ir con su traje, aunque estén todos igualados a nivel estético no pasa nada, se admite porque la bondad, el mérito va en la persona no va en la estática. Sin embargo, las mujeres tenemos que dar la talla, se nos pide muchísimo, ir bien físicamente, tener unas medidas determinadas. No sé qué medidas son las ideales para los varones, en cambio las de las mujeres están establecidas. Encima tenemos la doble y la triple jornada porque queremos estar en el mundo laboral y tenemos que dar la talla y cumplir, ser buenas madres para no sentirnos culpables. Es un caldo de cultivo que favorece que las cosas sean así.
P: De las primeras cosas que se ha hablado al inicio de esta legislatura es del pacto de estado contra la violencia de género, ¿en qué ayuda una ley o un pacto de este tipo?
R: A nivel europeo se considera que nuestra Ley Integral es bastante válida, es verdad que hay puntos que hay que modificar pero es una buena ley de referencia. Lo que hace falta es que se cumpla y lo que se quiere hacer ahora es un pacto de estado, en ese sentido creo que es fundamental que vayamos unificando criterios, que esto no sea una lucha entre partidos. En el tema del terrorismo se pusieron todos los partidos de acuerdo y dijeron que era algo importante que no puede ser que nadie venga a arrebatar la vida de nadie por motivos ideológicos, pues esto es una especie de terrorismo e incluso se le llama terrorismo doméstico. Es verdad que todos los partidos, toda la sociedad y no solo las feministas, tenemos que implicarnos en ver que es absolutamente necesario rechazar al maltratador y a la persona que quiere conseguir las cosas por medio de violencia.
P: Centrándonos en su trabajo, ¿cómo es el trabajo con una mujer maltratada que pide ayuda en el Centro de la Mujer?
R: Es un trabajo duro porque ves la pura realidad, ves la invisibilización y la justicia. La violencia no es solo lo que sale en la televisión cuando matan a una mujer, sino que para llegar hasta ahí hay un sufrimiento y una lucha de las mujeres ímproba. Pero también es un trabajo muy gratificado porque hay muchísimas mujeres que salen de esta situación. Hay un término que empleamos en psicología, la resilencia que es la capacidad para empoderarse y salir victoriosa de una situación traumática, entendiendo victoriosa como enriquecida. Hay muchas mujeres que cada vez lo detectan antes, son capaces de pedir ayuda y de decir que su vida es lo suficientemente válida para no seguir en ese tormento. Tiene esa parte de dureza pero también una parte satisfactoria.
P: ¿Qué evolución en las cifras contempla el Centro de la Mujer?
R: La evolución es a subida. Antes teníamos mujeres de mediana edad y menos cantidad, el número de personas ha ido aumentando exponencialmente de forma importante. Eso no implica necesariamente que haya más casos, sino que las mujeres son conscientes de lo que es el maltrato y siente el ímpetu de pedir ayuda y también porque hay personas que conocen nuestro servicio y saben que pueden utilizarlo. Otro aspecto a destacar es que han ido disminuyendo las edades, tenemos cantidad de chicas jóvenes y ha crecido también el número de abusos sexuales, al menos el número de personas que se atreven a contarlo.
P: Cuénteme el funcionamiento del Centro.
R: Hay un departamento de información que es el que canaliza y los departamentos que están directamente relacionados con violencia son el departamento jurídico y el departamento psicológico. El primero hace de filtro porque no todas las demandas necesitan ayuda psicológica. Una vez aquí lo primero que se hace es una intervención individual, se valora cómo está la persona, se le deja que vuelque todo lo que lleva dentro y eso ya es terapéutico en sí mismo. Después se le ayuda a canalizar, a tomar decisiones y cuando esa parte personal la tiene resuelta en muchas ocasiones se deriva a otro nivel que es una intervención grupal, que es súper positivo porque ayuda a hacer red de mujeres, ven que otras personas están en igualdad de condiciones, se apoyan. Hay otro aspecto fundamental y es que ves que eso que te ha ocurrido a ti, que tenías tan oculto, sigue paso a paso las mismas pautas en otras personas. Luego está el departamento de empleo que es muy efectivo porque esas personas, sobre todo las dependientes económicamente, pues se les orienta y ayuda.
P: ¿Cómo influye el entorno para que la víctima denuncia y en ese proceso de recuperación?
R: El entorno familiar es fundamental, el apoyo y también para denunciar. Muchas veces son ellos los que dan el último empujón, aunque en otras son también los que frenan. Muchas veces las madres, y hago esta connotación en el género, es la que dice cómo vas a denunciar, tú también tienes lo tuyo… Es necesaria la formación en esos niveles de edad porque están influyendo. Otro hándicap es el medio rural, un medio en el que hay poca intimidad, la presión social, el qué dirán y también en muchos casos la forma tan inadecuada de no respetarse en la calle.
P: Otra de las cosas que han quedado claras es que la violencia de género no entiende de niveles sociales.
R: No, se da a todos los niveles sociales, económicos y culturales. Normalmente lo que ocurre es que las mujeres que tienen un nivel cultural más alto son capaces de detectar antes que es maltrato, que no es normal lo que viven y denuncian antes.
P: ¿Es siempre el maltrato psicológico el previo al maltrato físico?
R: Se inicia así, suele haber una escalada en la que primero se utilizan actitudes de aislamiento, de control, de prohibiciones y se va generando un sistema de dominio que va dejando claro quién tiene que poner las normas y quién aceptarlas. Cuando eso se va asumiendo y ellos van aprendiendo que funciona ese tipo de interacción y ellas interiorizando esas exigencias viene rodado el maltrato psicológico, que implica desde insultos hasta humillaciones y llegando al abuso sexual, aunque aceptes voluntariamente a tener una relación sexual aceptas para evitar historias mayores no porque tú quieras disfrutar y porque elijas voluntariamente tener esa relación sexual. Eso es un tipo de maltrato que hace un daño que no se puede fotografíar, no sabes cuántas mujeres me dicen prefiero aquel puñetazo que me dio a esto que yo tengo aquí dentro. Y luego ya aparece el maltrato físico, una persona no conoce a otra dándole un tortazo, hay un tema secuencial.
P: En un país donde se tiende a politizar todo, también cuestiones como esta, ¿qué le parece el tema de la utilización de las denuncias falsas para que ciertos sectores minimicen el problema?
R: Desde luego que son nefastas ese tipo de interpretaciones dada las cifras que hay y yo la verdad es que normalmente no le doy ni un minuto de valor, es tan anecdótico que en el momento que hablamos de ello le estamos dando una importancia que no tiene. Es posible que haya personas que quieran sacar producto de esto porque hay personas de todo tipo, pero es una nimiedad, no tiene nada que ver con la realidad. Ocurre mucho más al contrario, es decir, hay muchos más casos de personas que no denuncian estando viviendo una situación de maltrato que las que denuncian sin haberlo vivido. Es insignificante esa contemplación.
P: ¿Ha tenido la posibilidad de trabajar también con la otra parte, con el maltratador?
R: Sí. Aquí no puedo trabajar con hombres pero también tengo mi actividad profesional privada y claro que he trabajado con algunos de ellos. No suelen aceptar su definición de maltratadores con lo que no es fácil que pidan ayuda, pero sí los hay que son conscientes y quieren cambiar esa filosofía de vida. En las cárceles hay programas para los maltratadores, hay personas que cambian pero es complicado porque esto tiene que ser una cosa voluntaria, una persona cambia cuando cree que tiene un problema y quiere cambiar, no si cree que el problema lo tiene su pareja. Además estamos ante hombres que reproducen este tipo de conducta en otras relaciones.
P: ¿Es posible ese cambio?
R: Sí, si. Afortunadamente existen casos, en un principio es infinitamente menor de lo que debería pero los hay y cada vez chicos más jóvenes con lo que hay futuro.
P: Para finalizar, ¿queda trabajo que hacer en estamentos como la Guardia Civil, la Policía o los jueces, falta empatía?
R: Queda mucho camino que recorrer en ese sentido y es lo primero que habría que hacer. Se está empezando a ver la necesidad de formar a los profesionales pero es que es básico, es un trabajo que tiene que estar enramado, de toda la sociedad. De nada sirve que una mujer vaya a denunciar y una jueza cuestione determinadas cosas porque no está formada y le diga que no tiene el perfil de mujer maltratada o un profesor o profesora que no eduquen en igualdad, por ejemplo. Tenemos que estar concienciados que tenemos que luchar todos en pro de la igualdad.
No hay comentarios