Los aficionados al baloncesto en Pozoblanco han crecido, bien porque lo vivieron o bien porque se lo han contado, con la mayor hazaña conseguida por ese deporte en terreno pozoalbense, el ascenso a Liga EBA y el haber jugado en una liga que equivale a lo que es ahora LEB Oro. Una hazaña difícilmente repetible que deja todavía algún «superviviente» en las pistas. El jarote Paco Castillo fue miembro de la plantilla que consiguió ese ascenso y este año protagoniza una vuelta a las canchas que pasará a la historia, la suya propia, pero también a la del Club Baloncesto Pozoblanco. La que escribe ahora, en este «renacer» deportivo, es la de una vuelta a las canchas que «ha sido un regalo».
«El deporte es mi vida», asegura y lo tiene que ser porque con 50 años Paco Castillo ha vuelto a vestir la elástica de un club que conoce a la perfección, aunque poco tenga que ver con aquel con el que ascendió a EBA. Su fichaje se fraguó en todo un clásico del baloncesto pozoalbense, el Oratorio. «El fichaje llegó casi de rebote, juego en el Oratorio para no perder la costumbre y quitarme el gusanillo. Agustín, nuestro entrenador, me lo comentó y la verdad es que era un poco complicado porque yo vivo fuera y no me quería comprometer si no podía estar», explica el jugador en declaraciones a este periódico. A pesar de ello, el compromiso llegó y «aquí estoy, para aportar mi experiencia, además me lo estoy pasando genial con estos chicos porque son fantásticos».
No duda en afirmar que esa vuelta «ha sido un regalo, volver a renacer deportivamente hablando», aunque no haya estado desvinculado nunca del deporte, ni tampoco del baloncesto, de una u otra forma. Dice, de igual modo, que su rol es el de aportar experiencia y coger rebotes, pero hace mucho más. Hasta la fecha ha jugado ocho de los diez partidos disputados y en dos ha sido el jugador mejor valorado (MVP) de los pozoalbenses, promedia 7 puntos por partido y 7,7 rebotes. Números que acoge con sorpresa porque «esto es un deporte de equipo, esa es la base, cada uno aporta lo que puede, pero impera el equipo. Los partidos se ganan entre todos, colectivamente».
El buen rollo en el equipo y el carácter de los integrantes de la plantilla han facilitado la integración en un equipo al que «intento aportar lo que puedo». Los más jóvenes pueden ver en él una referencia, no solo por su pasado, sino por su presente, por la pasión que le sigue poniendo al juego y el compromiso para seguir estando en forma. Por eso, su consejo hacia ellos, hacia lo más jóvenes pasa porque «se cuiden, que nunca se desvinculen del deporte, ya sea a uno u otro, porque física y mentalmente es muy importante».
La adaptación también se ha hecho extensible a una competición que «no esperaba tan dura» y a un juego que dista bastante con «el de antes». «Han cambiado muchas normas y antes se jugaba más duro, se dejaba jugar más duro, se permitían mucho más, pero también estoy hablando de hace muchos años», matiza. Ese proceso lo ha realizado en una pista que conoce a la perfección, el pabellón Don Bosco, la cancha donde el conjunto pozoalbense está disputando la mayoría de partidos. «Ha cambiado también mucho, ya no te resbalas, pero aquí fueron mis inicios con el Pozoblanco hasta que se abrió el Pabellón Municipal. Lo que hace falta es llenar el pabellón, el equipo es prácticamente del pueblo y eso es de alabar, espero que esto explote a nivel de afición», apunta.
Anima a una afición a presenciar una segunda vuelta donde espera mejores resultados porque «hemos aprendido de partidos que se han perdido muy justos con los equipos de arriba y otros en casa que teníamos que haber ganado. Creo que esta segunda vuelta nos ha servido de experiencia y mejoraremos, conseguiremos más victorias».
Aquella fase de ascenso
Los jóvenes, y no tan jóvenes, que comparten cancha con él podrán preguntarle por aquella histórica fase de ascenso a liga EBA. Cuenta Eduardo Burgos, el entrenador artífice de ese ascenso, en su blog »Vive el Basket» que en el partido donde se consiguió llegar a EBA y que midió a los pozoalbenses con el Claret de Las Palmas, Paco Castillo, que no era un pívot teóricamente titular, hizo un partido inolvidable junto a su compañero Emilio Lara, además del acierto en el triple de Javi Sánchez.
De ambos se acuerda Castillo cuando se le pregunta por esos recuerdos o por nombres propios y señala a Javi Sánchez, «mi gran amigo y compañero, un máquina». En el banquillo a un Eduardo Burgos «que fue el entrenador que tuve en aquella época, con el que más tiempo estuve». Porque de aquellos años recuerda, principalmente, a «los grandes amigos, compañeros, creo que soy el único que queda jugando. Fue una época fabulosa, el esplendor del deporte en general en Pozoblanco, no solo del baloncesto, se apoyaba mucho el deporte. Conocí a mi mujer por aquel entonces y ahora tengo dos hijos fabulosos, qué te voy a decir, tengo recuerdos maravillosos».
Y es que junto a esa gran pasión, el deporte, está la que muestra por su familia. Ahora, además de los partidos que vive como jugador ve otros, los de su hijo, «yo voy a verlo a él, él viene a verme a mí». Le dura la cuerda y sigue aportando dentro y fuera de la cancha, aprovechando un regalo que le ha llevado a prolongar su idilio con el baloncesto pozoalbense.
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