La Semana Santa de Pozoblanco vive su recta final y el día que marca un nuevo tramo de esa Semana de Pasión, el Jueves Santo, fue el tiempo para la familia salesiana de la mano de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Amargura, dejando un sitio también para la representación de otra de las cofradías que encierra y aglutina su historia en el colegio salesiano, «La Borriquita».
Lejos de las miradas preocupantes al cielo, que este año han quedado en el olvido, a las ocho de la tarde cuando las puertas de la Iglesia de los Salesianos se abrieron tan solo hubo que mirar a ese cielo en busca de un azul que iluminó a los dos pasos durante su salida, donde fueron recibidos por un gran número de personas que se adentraron en la Plaza Padres Salesianos para comenzar a vivir el Jueves Santo.
La procesión se va formando y la mujer cobra protagonismo con la mantilla negra que marca la tradición, mientras que el cuerpo de nazarenos acompaña con el binomio blanco y negro. Mientras la noche va cayendo, la procesión va consumiendo parte de su recorrido y un Cristo crucificado va dando muestras de su dolor a hombros de una cuadrilla que se entrega en cada caminar. No a su lado, pero tampoco lejos, se ve la Amargura de una madre, que bajo su palio también estruja cada paso con pies prestados.
La emoción puede verse en el rostro de quienes acompañan a los dos titulares en una estación de penitencia que pasea por San Antonio, San Rafael o San Isidro antes de enfilar el camino hacia la Plaza de la Iglesia, donde la luna, que ya ha aparecido, las luces de las velas y la torre de Santa Catalina se funden en una sola imagen. Es tiempo de recogimiento, de reflexión, de búsqueda. Luego toca afrontar una Carrera Oficial que va marcando el final porque al otro extremo se ve el camino que conduce al destino final. Paso a paso, nota a nota. Es tiempo de Jueves Santo, de perdón y de amargura.
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