Tras dos prórrogas, ninguna reunión desde el pasado mes de mayo y sin quien propició su creación, el Ayuntamiento de Pozoblanco dio carpetazo a la comisión de investigación creada para conocer las causas que llevaron a pagar a un joven que no trabajó para el Consistorio. Ese cerrojazo llegó con un dictamen que aporta muchas lecturas, sesenta y dos páginas que dejan ciertas cuestiones por si el caso tiene su extensión en el juzgado, porque lo cierto es que todavía hay una querella a la espera de lo que determinen los juzgados de Pozoblanco. 

Para el equipo de gobierno el caso del joven que cobró sin trabajar está finiquitado y, por extensión, parece que debería estarlo para toda la ciudadanía. En la sesión plenaria donde se aprobó ese dictamen se habló, y no por primera vez, de la necesidad de pedir perdón y hubo varios señalamientos, entre ellos, a la prensa. Eso sí, únicamente a cierta prensa. Y quizás quien apeló a esa necesidad de pedir disculpas lleve razón. 

Yo, como responsable de un periódico que ha seguido el caso minuciosamente, pido perdón por ser una incrédula porque todavía no llego a entender que una persona, que es el hijo de tu secretaria personal, cobre sin trabajar y se den cuenta todos menos los afectados. Pido perdón por no llegar a entender cómo lo podía saber la oposición, el funcionariado, la prensa… Todos, menos los que mandan. 

Pido perdón, de igual manera, por ser una incrédula y no creer en las casualidades. Pido perdón porque en ese afán de descreer establezca una relación en el hecho de que el primer papel movido esté fechado el 10 de enero de 2024, justo el mismo día en el que un medio de comunicación se puso en contacto con el alcalde para conocer su opinión al respecto de este caso. Hay que pedir perdón por poner en entredicho un dictamen que habla de un decreto de fiscalía «exhaustivo» cuando está cimentado en un único informe. Pido perdón por entender como exhaustiva otra cosa. 

Hay que pedir perdón por no creer las versiones oficiales, o al menos, intentar contrastarlas. Pido perdón por no llegar a comprender que se hable de una denuncia por acoso y no se hayan activado los protocolos correspondientes en ningún momento. Pido perdón por mi torpeza y buscar una orden que no encuentro en el dichoso dictamen: dejen de abonar cantidades hasta que no se haya resuelto el problema. 

Pido perdón por haberme arrojado algo de «responsabilidad» en el hecho de que este caso saliera a la luz y los 7.000 euros correspondientes estén en las arcas municipales. La prensa no ha tenido nada que ver, estaba todo en marcha. Pero, tal y como lo escribo, sigo sin creérmelo. Pido perdón por ser una persona tan obtusa que no entienda que se necesite un año para mover ficha y solicitar de vuelta lo que sale de las arcas municipales sin el rumbo adecuado. 

Pido perdón por publicar el caso, por seguirlo, por pensar de manera autónoma, por mirar las cosas con perspectiva crítica y por ser una incrédula. Pido perdón por poner en tela de juicio una comisión dirigida por quién se investiga, acabáramos. Pido perdón porque no me gusten los teatros de marionetas. Y en toda esta amalgama de perdones los pido por no haber aceptado el silencio como método de coacción para no publicar, pido perdón por no callar y pido perdón porque mi ideología esté alejada de la del cobre y la plata. Y pido perdón, a sabiendas de que no los conceden.