El alumnado de los centros educativos no será hoy ajeno a la conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género. En las aulas también se trabaja para evitar ciertos comportamientos, para ofrecer herramientas al alumnado que los aleje de un problema que no entiende de edades y ante el que los jóvenes reciben pautas para adquirir recursos que les ayuden en la configuración de su personalidad. Son muchas las horas que los adolescentes pasan en las aulas y se presume vital que los centros realicen acciones en este sentido. De ese papel hablamos con Pilar García, profesora del IES Antonio María Calero, un centro que hoy parará a las 12:30 horas para condenar la violencia de género.
Pregunta: ¿Cómo se trabaja la violencia de género en los centros educativos?
Respuesta: En los centros existe la figura de coordinación de igualdad, que en este caso la llevo yo. Al principio de curso se nos da una formación a nivel provincial, aunque es algo que parte de la Junta de Andalucía, donde nos dicen los temas que son prioritarios, tenemos que hacer un proyecto con todas las actividades que queremos realizar a lo largo del curso. Hay fechas muy señaladas como son el 25 de noviembre o el 8 de marzo, lo ideal sería que esto no se quedase en actividades puntuales, sino que se hiciesen muchas más actividades incluyendo coordinaciones con instituciones como puede ser el Ayuntamiento o el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), pero también a nivel del tejido asociativo. Es al menos lo que se intenta desde el centro, que no se quede en actividades puntuales.
Ahora bien, a nivel de educación más amplio para mí llegamos tarde. Llegar en Secundaria a ofrecer este tipo de talleres es llegar tarde porque realmente cuando los niños y niñas empiezan a socializar con sus iguales es mucho antes. Es en Primaria donde se aprenden ciertas conductas que ellos ven en sus casas, en sus barrios y ahí es donde se aprende realmente a tratar de diferente manera a diferentes géneros, donde empiezan también los primeros tipos de acoso, es ahí realmente donde tendríamos que empezar a hacer esos talleres, esa sensibilización.
P: ¿No se empieza en Primaria?
R: Existen cada vez más, pero muy pocos. Ahora mismo se incide muchísimo en la ESO porque es una edad muy importante por el tema de la adolescencia, del inicio de las primeras relaciones, pero con la cantidad de bombardeo mediático que tenemos, que es mucho más que en generaciones anteriores, los niños más pequeños ya están expuestos a aprender esos comportamientos violentos antes. Desde mi punto de vista es muy importante que durante la educación secundaria se sigan haciendo estos talleres, pero creo que habría que comenzar antes.
P: Si tuviera que describir la situación real relacionado con los jóvenes, ¿qué diría?
R: Creo que por un lado se tiene mucha más información y se sabe de manual que hay cosas que no se deben de hacer, pero a la vez está llegando un discurso bastante anti igualitario y muy fácil de que cale en la población joven. Ante ciertos comportamientos, en manifestaciones como pueden ser la música o el baile, es muy fácil que reproduzcan comportamientos muy sexistas. Ellos saben reconocer que eso es sexista, pero eso no quita que vayan a disfrutar de ello o que vayan a reproducirlo. Se trata de separar la teoría del comportamiento, la teoría se la saben, pero la práctica es compleja de aplicar. Por eso decía antes que hay que rebobinar y echar hacia atrás para que cuando esa música, esos contenidos de televisión les lleguen ellos tengan una actitud crítica.
P: Ante la complejidad de los discursos, ¿los jóvenes tienen las ideas claras?
R: No, para nada. Se trabaja la violencia de género, se trabaja que no sólo es física, que hay otro tipo de violencias, pero no saben aplicarlo a sus vidas, no saben que pasar miedo cuando vas sola por la calle es violencia, un montón de comportamientos que en sus vidas pueden llegar a sufrir, pero no saben identificarlos. Por eso me pregunto hasta qué punto nos estamos quedando cortos en que ese mensaje cale y contrarreste lo que nos llega desde fuera, ahí está el verdadero desafío. Es difícil.
P: ¿Se torna más complejo en un entorno rural?
R: En mi opinión sí. Principalmente se sustenta en una falta de tejido asociativo joven y preocupado, pienso que en la escuela se trabajan ciertos temas, no todo el mundo los trata porque tampoco recibimos información al respecto, eso dificulta las cosas de por sí, pero si tampoco existen otras entidades que puedan ofrecerte apoyo la cosa se complica aún más. Están las asociaciones que han existido toda la vida en el entorno rural, pero realmente hace falta gente joven preocupada que busque sus propios recursos y soluciones. Cuando hay un tejido asociativo fuerte se intenta transmitir esa información, contrarrestar las ideas falsas, simplemente tener más información.
P: ¿Acepta el alumnado los talleres de sensibilización o las mecánicas que realizáis?
R: Encontramos de todo, alumnado que está a la defensiva y alumnado que no. Creo que también hay cierto tipo de hartazgo por tener siempre la palabra género en la boca, pero realmente no se profundiza, hay que romper una barrera grande. Es cierto que veo a muchos chicos y también chicas que están a la defensiva, salvo excepciones que quizás hayan tenido la sensibilidad o el valor de querer replantearse ciertas cuestiones.
P: En su trabajo tiene la oportunidad de relacionarse con jóvenes, de conocer su forma de relacionarse, ¿cómo son esas relaciones?
R: Volvemos de nuevo a lo de la teoría y la práctica. Hay jóvenes que saben que están mal cierta cosas, pero las hacen porque no se perciben como tal. Hay pequeñas cosas que se van pasando porque creen que no son importantes y cuando se dan cuentas están metidos. Evidentemente la educación en casa es una parte esencial porque forma parte de nuestra sociabilización y hay ciertos patrones que vienen ya adquiridos.
P: ¿Cómo se combate este problema?
R: Pienso que en materia de educación no nos podemos limitar a actividades puntuales, sino que es importante que el género sea algo completamente trasversal, que todos los profesionales de la educación y no únicamente el profesorado estuviese concienciado.
Quizás se daría un primer paso a través de formaciones para los profesionales porque es la única forma de hablar con certeza de lo que hay y cuestionar también lo que detectamos en el aula. Es mucho más fácil si yo sé identificar un pequeño comportamiento de violencia que pueda pararlo si sé lo que es y así sensibilizar a la clase y cuando ellos estén sensibilizados quizás comiencen a cambiar cosas e incluso llevarlo a sus casas. Pero obviamente, la educación es la base.
P: ¿Tienen las jóvenes herramientas para alejarse de estos comportamientos o para poder detectar que pueden estar siendo víctimas de violencia?
R: Recursos existen, pero volvemos a la falta de ese tejido asociativo joven porque es mucho más fácil hablar con gente de tu entorno, con alguien de tu edad porque es más fácil romper la barrera de la edad. Es importante tener una figura intermedia para que muchos problemas no se queden estancados.
P: Desde su perspectiva, ¿avanzamos?
R: Sí, claro que avanzamos. También es cierto que he escuchado de muchos profesores que ahora la situación es peor. Yo creo que lo que ocurre es que ahora la violencia toma nuevas formas, antes era más obvia porque era tan sólo física, pero ahora hay muchas más maneras de violencia y somos muy conscientes y eso influye para que nuestra visión esté más alerta.
P: Tampoco ayudan los mensajes que llegan de un problema sobre el que ha solido existir cierto consenso.
R: Parece que somos tres o cuatro personas que inciden siempre en lo mismo y parece que cansas. Hay mucha desinformación, hay quién dice “es que yo no estoy en contra de los hombres”, pero quién ha dicho eso. Es una mezcla de desinterés mezclado con una nueva corriente que provoca que llegues a cansarte de tener que estar justificando y explicando el por qué ciertas cosas son muy necesarias.
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