El 16 de agosto de 2021 será una fecha largamente recordada por la ciudadanía de la comarca de Los Pedroches, especialmente, por las personas para las que que el paisaje del Puerto Calatraveño es parte de su vida. Ese día el fuego devoró más de 600 hectáreas e introdujo el negro en un entorno que es seña de identidad del patrimonio natural de Los Pedroches. Pero de esa negrura también se renace, cual ave fénix, y se extraen lecciones que hablan de la idiosincrasia de ese patrimonio y del valor añadido que tiene. El olivar de montaña se presentó como el mejor de los cortafuegos y como un elemento clave de nuestros paisajes. Esos fueron los principales ingredientes, además de una materia prima indiscutible, que han llevado a Francisco Javier Domínguez a lanzar al mercado su aceite ‘Puerto del Cuzna. Olivos Fénix’. Un aceite de origen virgen extra con una historia detrás que tiene mucha carga de reivindicación.
«Lo pasamos muy mal con el incendio porque creíamos que se iba a quemar todo, pero ese día también quedó claro que los olivos de montaña fueron el mejor freno para el fuego, que son un elemento clave para nuestros paisajes y si se abandona esos sucesos van a ocurrir con más frecuencia», relata Francisco Javier Domínguez para contextualizar el nacimiento de este producto. A partir de ahí, y en la unión que hace entre el campo y el marketing, pensó en elaborar un aceite de primera calidad, «un producto diferenciado». Así comenzó a nacer un proyecto que el 15 de noviembre vivió uno de sus momentos cumbres.
Desde las siete y media de la mañana y hasta la siete de la tarde recogieron la aceituna, de variedades como la nevadillo y la carrasqueña, para trasladarla ese mismo día a la almazara. Allí fue molturada y envasada tras decantación dos días después y de ahí a la venta. Pero para entender el proceso hay que volver a situarse en la Fuente de La Calera y también entender el profundo respeto y admiración que Francisco Javier Domínguez tiene de su tierra, además del conocimiento de la misma. Esos ingredientes también fueron básicos y a ellos se les unió la necesidad de enlazar historias para dar luz al aceite «Puerto del Cuzna. Olivos Fénix». El primero de los nombres recuerda al nombre que tenía el enclave en la Baja Edad Media y aunque no se ajusta exactamente con la ubicación del Puerto Calatraveño, sí lo hace con el lugar donde el incendio se frenó. El resurgir de las cenizas y los contratiempos es la alusión que se hace con la denominación Olivos Fénix.
Los rasgos diferenciales de este aceite se completan con una etiqueta firmada por Fernando González Viñas, artista plástico natural de Villanueva del Duque y afincado en Córdoba, pero también con un envasado en botella de cristal con cápsula gris, que hace ilusión a esa ceniza que dejó el fuego. Una etiqueta donde puede leerse toda la historia trazada, pero que reivindica de igual manera «nuestro paisaje, el olivar de montaña, la agricultura regenerativa, una forma de trabajar con un enfoque multidisciplinar». «Este olivar no puede competir con los de gran producción, los costes son cada vez más, al igual que los requisitos. Esto está abocado a desaparecer si no hay relevo generacional y por eso tenemos que hacerlo rentable y eso se logra si introducimos en la botella los elementos que nos diferencian. Tenemos un paisaje que tiene que valorarse porque los productos también son paisajes y esas prácticas sostenibles y diferenciales son las que van a dar valor a nuestros productos», apunta Francisco Javier Domínguez.
A la venta en algunos establecimientos de hostelería y tiendas gourmet, las reacciones «no han podido ser mejores» en sus primeros días desde el lanzamiento, por lo que el aceite ‘Puerto del Cuzna’, que nace con «la máxima humildad», ha llegado para quedarse y dejar las cenizas atrás.
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