Los minutos de silencio como muestra de apoyo al pueblo ucraniano se han sucedido en la mañana del miércoles por toda la geografía española. Los ayuntamientos se han sumado a la convocatoria lanzada desde la Federación Española de Municipios y Provincias y el silencio se ha hecho dueño de plazas y calles para acompañar de alguna manera desde la lejanía. Uno de los momentos más emocionantes de los vividos en la comarca ha tenido, sin lugar a dudas, en Pozoblanco cuando Olga e Irina, de nacionalidad ucraniana y rusa, respectivamente, han sacado las banderas de sus países, intercambiándoselas y se han fundido en un emotivo y largo abrazo. Las dos lanzan el mismo mensaje, la invasión rusa no tiene sentido, hay que restablecer la paz.
«Queremos que se termine la guerra, queremos que nuestras familias y toda la gente viva bien porque siempre fuimos como hermanos, Rusia y Ucrania, lo que está ocurriendo ahora es un sufrimiento muy grande», relata Olga Marchenko después de ese abrazo con Irina. Afincada en Pozoblanco desde el año 2009, atraviesa por una época «muy difícil» sabiendo que los suyos «corren muchos riesgos, viven en sótanos desde el 24 de febrero. Viven así todos los vecinos, los niños, embarazadas, tienen mucho miedo. Nuestro corazón está allí con ellos, lloramos desde aquí con ellos». Relata la situación de ciudades ucranianas, cómo la gente «vive escondida por miedo», pero también «luchando para que esto acabe». «Tengo conexión diaria, hablamos todos los días, también con mis sobrinos, que tienen mucho pánico, les apoyamos desde aquí como podemos».
A su lado se encuentra Irina, junto a su hija, escucha a Olga atentamente y asintiendo a todo. Le cuesta hablar, pero cuando lo logra, lo hace con contundencia: «en el siglo XXI tiene que mandar la paz, la amistad y el amor, nada más. Estoy paralizada y no sé cómo ayudar». Con su familia en Rusia, Irina asegura que «la gente está informada con Internet, la gente que es inteligente primero escucha y luego toma decisiones» aludiendo a que es mucha la población rusa que no secunda las actuaciones de Putin. «Es duro porque nosotros estábamos unidos al pueblo ucraniano, muchos rusos tienen familiares en Ucrania y al revés, no podemos creer lo que está pasando».
El desasosiego es claro por parte de ambas partes, aunque también hay un espacio para el optimismo. Lo lanza en forma de mensaje la hija de Irina a sus amigas ucranianas a las que les pide que «aguanten, esperemos que todo acabe pronto. Pronto llegará la paz». Ese es el deseo de dos mujeres que son ejemplo de convivencia y que han recibido el aplauso emocionado de las personas que han secundado la concentración. Reciben el apoyo y lo agradecen.
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