Estopa sacó su primer disco Estopa en 1999 hace exactamente 25 años, cuando los de los ochenta teníamos entre 15 y 20 años y más miedo que vergüenza para hacer todo lo que se supone que tienes que hacer en plena adolescencia: descubrir la vida y descubrirte a ti. Acuérdate de la velocidad a la que iba todo en ese momento de la vida y sonríe porque es la te ha traído hasta aquí hoy y te permite mirar, ya más pausado, hacia atrás con alegría y con cierto orgullo. Vivir también es revivir.

Esto de la nostalgia de los 80 y 90 que está tan de moda es una fuente inagotable de imágenes de la vida de un país que miraba al futuro con esperanza: todo era posible y aún quedaba mucho por hacer. Quizás no nos hemos dado cuenta por la velocidad a la que todo iba o porque uno o una no se puede auto percibir feliz en el momento en el que vive sino después: nostalgia bien llevada. Y no, no me apunto al carro de los que dicen que antes todo era mejor: algunas cosas sí, otras, sin embargo, no y quedaba mucho por hacer.

Verás. El EURO aún no había llegado a nuestras vidas, el gasoil estaba barato y los cubalibres de las ferias costaban todavía 350 pesetas; y nos quedaban casi 10 años por delante antes de que todo se cayera mientras pasábamos felices sin saberlo por la orgía del ladrillo. Sin embargo, en aquella vida, si estabas fuera de lo convencional o de lo jodidamente normal el patio de las escuelas de los 80 y los 90 se complicaba. Sabes lo que digo: las luchas de muchos colectivos eran un germen y hasta tener gafas era un puto drama.

Y con todo fuimos capaces de sobreponernos. Todo el país fue capaz. Nos sobrepusimos al paro brutal de la España de los 2000 resistiendo con la misma entereza que lo hacíamos en el patio del colegio. Nos sobrepusimos al EURO o lo que sea que hagamos ahora, y que sí, es menos amargo; y hasta en los pueblos se libraron muchas batallas culturales y algunas que perdimos en el recreo de los 90 se han ganado hoy 25 años después. Lo que quiero decir con todo esto es lo mismo que quería decir Estopa en aquella estrofa de la canción, Poquito a poco (Porro a porro en la maqueta, que de droga ya hablaremos otro día), en el penúltimo año del milenio: que hay esperanza.

Aquella rumba decía:  las amarguras se vuelven amapolas/ y las tristezas me alegran la vida”. Creo que esta paradoja adolescente, que hoy daría para un post en Instagram con una foto de postureo, encierra algunas certezas que sin ser un oxímoron, es decir, sin generar contrariedad, es decir: que es verdad o al menos tiene una parte de verdad. Y entiendo que quiere explicar que de los momentos o, en este caso, de las épocas amargas y de su observancia y aprendizaje se puede atisbar la venida de la primavera, es decir, el florecer: las amapolas o lo que es lo mismo las batallas ganadas.

Y por esto o quizás por eso, por las tristezas en las que uno se envuelve cuando está descubriendo la vida, el amor y sobre todo se está descubriendo así mismo o a sí misma (y no hace falta ser adolescente para esto); y lo consigue o está en el camino de conseguirlo de forma ya más relajada o quizás sentado a la sombra de un árbol y viendo pasar a los que venían detrás y pensando que ahora todo está bien y que no está mal, quizás por eso te alegran la vida. Anda, dame que fume.