Son los que se fueron. Los ausentes. Los que ya no están, aunque son o casi, es decir, somos. Recuerdo con extraordinaria claridad el primer día de mi muerte. Y lo que me reí con los ritos tan extraños que los vivos hacen para soportar el dolor. Al contrario de lo que ellos piensan no es algo frío, pero tampoco hay calor; es algo extraño y difícil de explicar: es una forma distinta de continuar con la vida de siempre, pero sin ellos y con los otros: los que ya se han muerto. Las cosas que tiene morirse: pierdes y ganas a la vez, definitivamente.

El tiempo no existe y todo es espacio. Sólo tengo que caminar un rato para comer con los abuelos y alegrarnos tanto de vernos. Y vernos es la única diferencia que hay a cuando estaba vivo. Cuando estaba vivo, en la memoria, que aquí tampoco existe, me daba la misma sensación que ahora que estoy muerto al verlos; pero entonces no lo sabía, claro. Lo que pasa es que ahora lo sé todo y cuando estaba vivo no sabía prácticamente nada. Sobre todo, no sabía qué era el recuerdo de los que ya no estaban nila conexión que nos mantiene unidos en este extraño estar entre la vida y la muerte que no acierto a explicar del todo ahora que ya me fui.

Sin embargo, esto sí que os lo quiero recalcar: hay vida en la memoria y en el recuerdo. En repetir las recetas de la abuela y en que te salgan más o menos igual. En firmar muy parecido a tu padre o en que te digan que eres propio a tu madre cuando tienes más de 50 años. Conservar los discos que te dejó tu hermano y recordarlo en las canciones o en los conciertos a los que él nunca pudo ir y tú sí. Aquí todos me lo dicen: “es un subidón cuando se acuerdan de ti y lo mejor es que lo hacen sin darse cuenta”. Estamos tan dentro de vosotros que por eso no nos veis, y como no sabéis nada o casi nada sólo os admiráis a vosotros mismos en vuestro ego y en vuestro hundimiento. Sois la ridiculez y una ruina a la vez. Por eso, el recuerdo nos da vida a nosotros y a vosotros os calma y reconforta. Tan sólo hay una diferencia: para nosotros el dolor no existe y eso es de las pocas cosas malas de vivir: que duele. Yo eso lo decía mucho en vida: “si duele es porque estás vivo”. Sábelo y apréndelo.

Otra ventaja de morirse es que podemos veros. Y es muy divertido observaros y ver las cosas tan raras que se hacen cuando uno está vivo. Pero es la ignorancia la causa que genera dolor y maldad hacía los otros vivos y hacia vosotros mismos. Cuando te mueres la maldad también deja de existir. Y por eso, y ahora que os contado el secreto, dejad de hacer el idiota y dedicaos a vivir la parte bonita de la vida porque en ella dejaréis el recuerdo necesario para que tras vuestra muerte sigáis estando vivos. Si es lo que queréis. Ya os digo, todo esto es extraño, pero es así: bello y terrible. Y sobre todo voluntario.

Lo peor de morirse, sobre todo para algunos que se mueren y sobre todo para sus vivos,es cómo te mueres y cuándo te mueres. Ya os he dicho que, para nosotros, los muertos,el tiempo y el dolor no existen; pero esto es algo que vosotros lleváis fatal y es normal. La muerte no tiene honores y es sucia y huele mal. Esperarla o no, que sea natural o no, que sea más tarde que pronto o no, que te haya dejado vivir lo suficiente para hacer recuerdo de tu paso por la vida o que nadie se vaya a acordar de ti nunca. Reconozco que esa es la parte más complicada y sin embargo os importa más a vosotros, los vivos, que a nosotros lo muertos. Y ya lo dije aquí: “nadie piensa tanto en ti”; salvo el día en que te mueres y entonces ya da igual; y en realidad es sólo por un rato: demasiados vivos para un solo muerto.

Cuando me estaban enterrando en el cementerio mi hija pequeña se reía con su sobrino, el mayor de mi hija mayor, porque pensaban que al final del todo me escaparía de allí e iría a hacerles cosquillas en los pies por las noches a la casa. Y es gracioso todo esto, porque cuando estás muerto los que vienen a verte siempre son ellos. Ellos los vivos a nosotros los muertos.