Llega un momento en el paso que todos tenemos por este planeta en el que te das cuenta de que algunas cosas parecen sencillas pero que en realidad son extraodinariamente complicadas para cualquiera de nosotros, esto es: para el común de los mortales. Y tienen el punto exacto de verdad. Y la verdad es que no es otra cosa que vivir. Pero es que a veces te viven. Te hacen la vida. Digo: vida fácil como los coches de los 90: pocos cables y mecánica básica. Vida de novios adolescentes con 15 años. La felicidad. No se puede estar triste en un Golf GTI, es ciencia; como la gravedad o el cambio climático.
No es miedo lo del mundo de los cobardes: es estupidez. Y la cosa en ese planeta fluye como esos que están a punto de cumplir cincuenta tacos y en 1999 se gastaron dos millones de pesetas, que no tenían, en un Seat Ibiza TDI restyling que luego les supo a poco cuando salió el León FR. Vida de cobarde – la madre que los parió – . De cobarde sin paciencia. De cobarde con prisas. O quizás sin saber. O saberse. Llegaron demasiado pronto. Y algunos siguen allí con la misma paciencia que hace 25 años, es decir, sin ella. Divorcios cantados: no se esperaron al Seat León amarillo. La vida como las revistas hay que leerla y saber un poco. Informarse.
Yo que soy muy cateto para todo o para casi todo; tengo algo en lo que me recreo: el cuido de mis coches. Y en mancharte las manos hay una parte verdad igual que en gastar tu tiempo en comprar un regalo barato, pero el adecuado y exacto, para tu mujer. En estos años que me han traido hasta la cuarentena los he tratado como si fueran un traje de sastrería, aunque me los haya comprado de segunda mano. De ahí lo cateto: absoluta dejaded y desprecio por el coche nuevo de concesionario. Viejo pero límpio y a medida. Cualquiera que haya tenido un coche con cierta picardía con más de 15 años me entiende. Y si no lo entidiendes eres un aburrido de cojones con una pantalla táctil y etiqueta ECO. Sin acritud; pero muerte al Dacia Sandero.
Todo esto no es de lo que quería hablar hoy o quizá sí o casi. Esto es: quería hablar de la ilusión del parecer y del éxito como futuro. Porque para parecer no hay nada mejor que comprarse un BMW con las llantas más grandes que tu ego para pensar que has alcanzado el éxito. O peor y lo digo siempre: el éxito hoy es un Suv; y eso no puede ser. Aparentar con la utilidad que nunca vas a usar.
El coche es uno de los lugares, después de las cocinas, donde más se quiere y donde más de hace el amor. Entiendo que te excites con esa persona que va tu lado mientras conduces, y pone, a tu pesar, los pies en el salpicadero mientras baja la ventanilla y todo se llena del olor inconfundible de la carretera en verano. El verano de vuestras vidas y del que nunca habéis salido 10 años después de aquel primer peaje en Portugal. Obrigado si te ha gustado. La Raya y Badajoz. Y el agosto en Mérida, Rocío.
Arsenio me dijo el otro día que me esperara hasta enero para revisar mi coche otra vez. Lo quiero demasiado para protestarle. Y lleva razón o suele llevar razón. Tenemos mucha prisa para no hacer nada o llegar a sitios comunes. No puede ser. Hay que relajar todo esto y saber que el calor que resulta de la espera y la paciencia es lo más parecido a vivir. Como cuando esperabas cada semana a ver el capítulo de tu serie favorita de los miércoles y luego comentabas la jugada con los tuyos en lugar de pegarte un emocionante atracón de 6 capítulos y poner un tuit a las 2 de la mañana un lunes. Lo que yo te diga aunque me taches de nostálgico: mecánica básica y gasolina.
Los coches de los 90 eran otra cosa: motores muy largos con turbo para pocos caballos y cajas de cambios de 5 marchas con embrages duros y una tercera que no se acababa en la puta vida. Todo era más fácil y divertido aunque la carretera fuera más estrecha. Ya sabes: vida sin centralitas ni ad blue donde lo más azul era un radio casete Blaupunkt. Y si no lo sabes esta no es tu columna hoy. Y últimamente se me cae; pero me da igual. Es 1999. Y la foto es para ponerle un piso o irte a Málaga a bajar las Pedrizas antes del peaje o, quizás, regresar al futuro. Es decir: regresar a aquel futuro.
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