Ocurre o suele ocurrir muchas veces que cuando escuchas una canción, una canción que te sabes de pe a pa, y te encuentras en ese extraño éxtasis solitario en el coche cantándola a gritos o estás en tu casa haciendo la paella del domingo y te das cuenta de que te paras en todos y cada uno de los silencios de esa canción y sabes cuando volver a entrar o te abrazas con esa otra persona que también se la sabe igual de bien que tú en un garito, de una ciudad que no es la tuya, y levantas la cerveza al aire en el estribillo; lo que haces es volver a vivir todos y cada uno de los momentos en los que esa canción fue protagonista de tu vida, es decir, lo que haces es revivir.

Los recuerdos de lo que ha sido importante para nosotros, lo que en psiquiatría se llama la memoria episódica, se almacenan en una zona del cerebro llamada hipocampo y se procesan en la amígdala, siendo ambas estructuras parte del sistema límbico, que es el responsable de nuestras emociones o de nuestra vida afectiva, es decir, es el responsable del amor. Explico todo esto porque en 1987 el científico japonés Susumu Tonegawa recibió el Premio Nobel de medicina al demostrar que recordar activa las mismas sensaciones que cuando pasó por primera vez o lo que es lo mismo: revivir una experiencia a través de un recuerdo, segrega en el organismo la misma o incluso mayor cantidad de sustancias neuroquímicas relacionadas con el bienestar como la serotonina, la dopamina o la oxitocina. Increíble.

Por eso una vieja canción que te sabes te transporta al momento y a la misma felicidad que aquel día que la escuchaste por primera vez en vivo y en directo. Y por eso el olor del mar cuando te acercas con el coche a la playa te hace relajarte por un instante hasta convertirte en el niño de tus primeros veranos. Y es exactamente esto por lo que un R5 COPA levanta más pasiones que un Lamboghini nuevo. Y por eso y por todo esto es por lo que eres feliz con el cocido de tu madre o regresando al pueblo cada feria desde donde quiera que pases el resto del año.

Uno de los momentos en los que tu sistema límbico se pone a trabajar como si no hubiera mañana es cuando ves a alguien que hace mucho tiempo que no ves y con quien viviste experiencias tan fantásticas que un café os cuesta 20.000 recuerdos. Esa gente que estuvo ahí en los momentos en los que la vida se abría paso, también en los malos momentos, en los que todo se vivía o se descubría por primera vez entre la infancia y la adolescencia. Volver a ver a la persona que te dio tu primer beso o sólo recordarla como estás haciendo justo ahora mismo.

Al principio del verano me pasó todo esto pero a lo bestia junto con otras treinta y pico personas. Los que cumplimos 40 años este año, los de 1984, hicimos una fiesta donde hubo buen rollo, conversaciones con gente que hace años que no ves y fueron tan naturales que parece que nos vimos ayer. Salimos al recreo con 40 tacos de almanaque. Si una vieja foto te sirve para cambiar el ánimo y echar la tarde, imagínate recordar en vivo con todos y todas las protagonistas. Y es así y no supe explicarlo hasta ahora: no fue nostalgia fue volver a vivir. Y entonces sin saber y ahora sabiendo las razones científicas exactas por las que recordar lo bueno nos hace felices igual que en su momento primero me quedo con la satisfacción y la seguridad, y quizás tú también deberías hacerlo, de que vivir también es revivir.