Suele estar relacionado el verano con el descubrimiento de rincones que siempre hemos deseado visitar, con tiempo para buscar experiencias nuevas, con esos amores temporales o con días para romper con la rutina. Puede ser tiempo también para retomar proyectos que alguna vez hemos tenido en mente o simplemente llevar a cabo algo con lo que siempre hemos soñado. Nuestra protagonista de hoy decidió que el verano de 2017 iba a ser el suyo, el de dejar a un lado lo que también puede convertirse en la rutina veraniega y cumplir un viejo anhelo, marcharse a África al amparo de una ONG para tender una mano, o las dos, a otras personas. Su experiencia puede resumirse en una frase que dice con brillo en los ojos, «crees que vas a cambiarles tú, que vas a alegrarles y es todo lo contrario, son ellos los que te alegran a ti».
La historia de Mati López Pozuelo es la de tantas otras personas que deciden desinteresadamente embarcarse en una aventura que tiene como objeto final ayudar a los demás movida por la ilusión de viajar a África con una ONG. Para ello, contactó con el colegio concepcionista de Pozoblanco desde donde se le facilitó toda la información necesaria. Mati relata que «todo fue muy rápido porque el plazo ya estaba cerrado pero llamamos a Madrid y nos dijeron que había una plaza libre. No sé, es algo que llevaba queriendo hacer muchos años y que se concretó en muy poco tiempo». La ONG, por tanto, ya estaba decidida. Mati López viajará hasta Guinea con la organización «Siempre Adelante» vinculada a la congregación concepcionista.
«Tuvimos una reunión en abril para conocernos y donde nos preguntaron nuestras motivaciones para viajar, nos explicaron todo el proceso tanto de papeleo como de vacunas que teníamos que ponernos, me puse seis o siete», relata haciendo hincapié en que entre las personas con las que compartió experiencia también había otra pozoalbense, Carmen Plazuelo. Con todo el proceso burocrático y sanitario cerrado tocaba cumplir con la cuenta atrás para vivir un mes muy especial en Evinayong.
Primer contacto con el país
El continente africano esperaba a este grupo de voluntarias que encontraron un sinfín de contrastes al cambiar de continente. «Son muchas las cosas diferentes, desde la seguridad, la tranquilidad, las cosas fáciles parecen hacerlas difíciles y las difíciles fáciles», explica Mati que sigue relatando que «esa fue la primera impresión, luego cuando llegamos a Evinayong te ves raro, como que eres tu la rara, pero los niños son muy cercanos y te dejan una sensación de alegría desde el primer momento».
Su trabajo consistirá en un curso de verano para los niños que durante el año están matriculados en el colegio concepcionista, pero también para otros de diferentes colegios. Las clases se llenan con 40-50 niños en cada una para las clases de matemáticas y lengua y para los talleres de diferentes temáticas. En esta rutina se sumerge Mati, que junto con sus compañeras se adentra en la vida diaria de familias y de un país que sigue ofreciendo sus contrates. «Las tardes de los martes y jueves íbamos a visitar a los poblados, y los lunes, miércoles y viernes visitábamos a las familias y les dábamos alimentos o si había alguien enfermo se le hacían curas, nos adentrábamos en las familias», apunta.
Un núcleo familiar donde la figura de la mujer es esencial porque «es la que trabaja normalmente, marchándose temprano a la selva en busca de alimentos», narra Mati López que también puntualiza que «se ve también a algunos hombres trabajando en la construcción de algunas casas y en un pequeño banco que había».
Una experiencia vital
De todo ello, pero sobre todo del contacto con personas cuya realidad dista mucho de la que estamos acostumbrados a ver, quedan experiencias inolvidables que se convierten en vitales. Cuenta Mati López su experiencia con una emoción que le lleva a afirmar que «todavía hay noches que me quedo sin dormir con imágenes de allí». «Te cambia la forma de ver la vida, ahora mismo valoro lo que tengo porque me he dado cuenta de que gente que no tiene nada es muy feliz. Ojalá me dure mucho lo aprendido porque soy más feliz que antes, me ha dado tiempo para conocerme, para interiorizar en mí y ver que se puede vivir de otra manera, ayudando a la gente», prosigue. La experiencia le ha valido también para conocer el trabajo de las monjas concepcionistas que «viven por los demás y eso me ha encantado, me ha encantado su forma de vida, lo dan todo por los demás de forma desinteresada».
Se le hizo corto el mes, demasiado, tanto que quería detener el tiempo porque «cada día veías cosas nuevas, tenías más trato con los niños y porque me he sentido yo misma y he sido feliz». No es de extrañar que Mati López ya sueñe con otro verano en África.
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