El cáncer de mama tiene rostros, detrás de cada pañuelo rosa que simboliza la solidaridad y el intento de empatía por quienes sufren la enfermedad, se esconde la cara de una mujer inmersa en un proceso que resulta duro, que transforma el cuerpo y el ánimo. Isabel María Luque representa a uno de esos rostros, una de esas mujeres valientes que se echan la enfermedad a la espalda y caminan con ella hasta vencerla. Inmersa en un proceso al que aún le quedan sesiones de radioterapia, la clave para Isabel está clara y se reduce a una cosa, mirar a la enfermedad con el mayor de los ánimos, con optimismo. No es un tópico, es una realidad que a ella le ha servido para sonreír en lugar de llorar.
La historia de Isabel comenzó en octubre del año pasado, cuando se dio cuenta de unas anomalías en el pezón de una mama que le llevaron directamente al médico. Acababa de dar de mamar a su segundo hijo y aunque había gente que le decía que era algo normal su “sexto sentido” le llevó hasta la primera consulta médica de las muchas que vendrían a continuación. El primer diagnóstico habla de una anomalía pero de nada preocupante, sin embargo cuando se le realiza una ecografía lo que no era grave empieza a serlo. Ya en el Hospital de Pozoblanco y tras una mamografía y la correspondiente biopsia el diagnóstico se confirma, hay un tumor. Aparece la temida palabra, la palabra cáncer.
“Este proceso es muy duro, muy duro, sobre todo la incertidumbre hasta que te dicen lo que tienes. Luego cuando te dicen la palabra cáncer, que la tenemos asociada con la muerte, te cuesta asimilarlo y el proceso hasta que lo consigues es duro, muy duro, al menos para mí lo fue, también porque pensaba que tenía dos niños pequeños”, relata Isabel.
Con la enfermedad ya asumida, o no, llega la “rutina en los hospitales” de la mano de los profesionales que explican un proceso que en este caso empezó por las sesiones de quimioterapia. Cuatro ciclos, de 21 en 21 días, un encuentro con la enfermedad y también con otros de esos rostros a los que el cáncer golpea. En ese cara a cara con la enfermedad, Isabel intentó ganarle la partida “haciendo mi vida normal”, aunque su cuerpo no estuviera al cien por cien. Por eso no dejó sus clases de inglés, no dejó de llevar a sus hijos al parque, no se olvidó de vivir con valentía y pensando siempre en la recuperación.
Luego tocó más quimioterapia, una operación para eliminar un tumor de seis centímetros, y ahora tocan 23 sesiones de radioterapia. El 14 de noviembre termina el ciclo de radioterapia y posteriormente entrará en un estudio clínico sobre el cáncer de mama que ha sido probado en Estados Unidos. Lo cuenta con la alegría de ir consumiendo etapas satisfactoriamente y aunque reconoce que “he llorado mucho” pronto se dio cuenta que “tenía que seguir con mi vida, no echarle demasiadas cuentas a la enfermedad” porque para Isabel mantener el ánimo es “fundamental, eso y la gente y en mi caso tengo a muy buena gente a mi alrededor, mucha”.
En este camino, Isabel también ha encontrado a personas en su misma situación, algo que dice haberle ayudado a superar los obstáculos. El más duro, y vuelven a aparecer las lágrimas, cuando se le empezó a caer el cabello, una consecuencia del tratamiento que para muchas mujeres se convierte en un auténtico calvario. “Fíjate, la tontería de la pérdida del cabello pues fue lo más duro, fíjate que tontería pero yo lo pasé fatal porque es lo que más se exterioriza, no sé. Es duro”. En esos momentos, probablemente, Isabel se miró al espejo más de una vez y se dijo lo que se ha convertido en una frase que le acompaña cada día desde hace un año, “mantén la calma y sigue adelante”.
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