Valentín Morales no formará parte de la plantilla del CD Pozoblanco en la que sería la duodécima temporada consecutiva defendiendo la elástica blanquilla. El capitán del equipo dice adiós por motivos personales -se marcha de la localidad- y también lo hace, al menos de manera momentánea, al fútbol. Eso sí, lo hace dejando las puertas abiertas a un posible regreso, algo que dejó claro el presidente de la entidad, Sergio Galán, durante la despedida de un jugador que tuvo la mejor despedida porque estuvo acompañado de gran parte de sus compañeros. 

Los números de Valentín lo dicen todo, once temporadas, 318 partidos acumulados con el Pozoblanco y 75 goles. Lo ha vivido todo con el club vallesano, los momentos más duros pero también otros brillantes como el ascenso a Tercera o el play off de ascenso disputado la última campaña liguera. Los números, sin embargo, no dejan ver otras cosas como es la defensa de un equipo del que ha sabido transmitir sus valores. Se va un buque insignia del club. 

El jugador explicó su marcha de la forma más sencilla posible, las circunstancias personales mandan y toca decir adiós a Pozoblanco y al Pozoblanco. Y como en todo adiós toca hacer un balance que para el futbolista es “positivo”. “Cuando entré aquí no imaginaba poder estar tantos años, jugar tantos partidos o meter tantos goles”, explicó agradeciendo al “entorno creado con los jugadores, los entrenadores y las directivas” el que eso haya sido posible. Se queda con lo vivido en los terrenos de juego, pero también fuera de los mismos porque “el aprendizaje ha sido muy positivo”. 

En su comparecencia ante los medios de comunicación ha dicho que le gustaría que se le recordara como “una buena persona” y, después, “como un buen compañero que se ha esforzado siempre al máximo cada día. Creo que no me han regalado nunca nada, he sido trabajador y humilde”. Como compañero ha querido destacar a Ángel García porque “ha sido mi mano derecha, llevo con él desde la etapa de Villaralto y es el que más me ha marcado, siempre hemos estado muy unidos”. 

También ha confesado que nunca ha querido dejar el club por motivos físicos, si por motivos de descanso mental pero que “llegaba el verano, me llamaban los compañeros y tocaba volver”. Y volvió durante once años, capitaneando a un equipo a cuyos integrantes avisa: “Solo hay una máxima, el trabajo”. No queda otra en un club humilde y por eso el deseo para los que pondrían haber sido sus compañeros no es otro que “hagan piña y un buen equipo”.