Un hito más para la historia de los que nos está dejando el coronavirus. En este caso constituye un referente de mucha notoriedad para los pozoalbenses, que en los confines de mayo hemos visto partir en soledad inusitada a la Virgen de Luna. Dignamente ataviada y acompañada por la cofradía, que con solvencia cumple siempre con creces con la tradición, pero con una soledad chirriante que ha ensangrentado los corazones tarugos. La Virgen de la Jara está siempre presente en la vecindad de Pozoblanco y Villanueva, que la veneran y dan cumplido culto; desde la esfera más íntima y particular al imaginario colectivo, asentado firmemente de generación en generación. Los rituales religiosos y sociales que se le ofrecen desde hace centurias constituyen una de las mayores tradiciones de estos pueblos, convirtiéndose no solamente en cultos religiosos, sino en soporte sociocultural y festero de primera magnitud. Cientos de veces hemos visto en la documentación solícitas plegarias de distinta naturaleza, rituales de traídas y llevadas, donaciones encendidas de amor a la patrona y devoción infinita para calmar los males del cuerpo y del alma.
La Virgen de Luna tiene un Historia acendrada, desde la Edad Media, vinculada a la dehesa y a las tierras comunales de la Jara, aflorando por ellos disputas entre poblaciones limítrofes, pero también posee un culto acendrado en las parroquias y rituales de mucha notoriedad entorno a la imagen, las ermitas, procesiones y entradas y salidas. A fin de cuentas, como siempre confirman los eventos marianos de distinta índole, los cultos y devociones están sembrados de religiosidad, pero se asientan en un potente lazo social de confraternización y hermandad que es innegable. La Virgen de Luna constituye para Pozoblanco (y Villanueva de Córdoba), un vínculo inconmensurable entre vecinos que vivencian en conjunción una misma experiencia, que la esperan convirtiéndose en hitos colectivos impregnados en el ADN del colectivo. Las entradas y salidas de la Virgen de Luna son apoteósicas, y difícilmente explicables en el aura emocional y afectiva que concitan. Eso es una realidad que, más allá de la mayor o menor religiosidad, puede comprobarse con la sola asistencia a los eventos y rituales de la Virgen que dejan a cualquiera los pelos como escarpias.
El silencio se solidifica de tal forma, en ciertos momentos, en los que perfectamente se entiende la función social de dichos actos. Conjunción e identidad consagrada a una imagen que trasciende con mucho cualquier espectáculo banal de los que asistimos a diario (funciones sociales de otra índole). Creyentes y no creyentes. En esta tesitura de devoción y culto, y rituales sociales, se entiende bien la desazón y tristeza con que ha vivido Pozoblanco este año la salida de la Virgen de Luna. La pandemia del Coronavirus ha puesto de manifiesto, de forma estridente, lo que significa este emblema mariano para el Pueblo. La Virgen tiene que cumplir con sus rituales periódicos de primavera, pero en una situación de excepcionalidad. Las políticas restrictivas respecto al concurso de masas hace inviable la típica romería “de Llevada”, teniendo que hacerlo la Virgen Sola, sin el concurso popular que la envuelve en un ambiente de fiesta y algarada, porque como quedad dicho la Virgen es mucho más que Religión: es ritual, tradición, fiesta e identidad. Una imagen emblemática y un Pueblo que se rinde como colectivo.
La salida de hoy hacia la Jara en una carreta, sola, marca un hito en nuestra historia por lo inédito en las últimas décadas (que no en su historia particular); presenta una estampa sembrada tristeza que refleja, muy bien, la inmensa emoción y afecto que le tiene Pozoblanco; el dolor y sentimiento profundo a su Reina. La noticia de los días previos, con visitas dispersas en la parroquia, han constituido un caldo de cultivo de intensa afectividad para la mayor parte de la vecindad. En la noche de víspera sentíase en la parroquia como nunca el ardiente dolor de la despedida, especialmente singular por las circunstancias. Desde la mañana del domingo se ha podido apreciar cómo la Virgen, Sola (dignamente acompañada, en términos testimoniales), dejaba a paso ágil en su carreta ex proceso, casi con nocturnidad obligada, el Pueblo de Pozoblanco; las miradas furtivas y el corazón quedo sentenciaban una marcha singularísima de una Virgen patrona que concita todo el afecto y la devoción de un Pueblo. Con lágrimas en los ojos he visto, como nunca, una despedida insólita de la Virgen de Luna. La tradición tiene su peso en quilates, así como la religiosidad y devoción que ha fraguado la Virgen en muchos de los corazones de Los Pedroches. La Virgen de Luna ha llegado, Sola, al Santuario de la Jara. Sin consuelo y con infinita tristeza han vivido muchos pozoalbenses la despedida de la Reina de la Jara. La historia seguirá su curso, pero en los
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